La gente se pregunta y seguirá preguntando con mayor urgencia: ¿cuándo terminará la guerra en Ucrania? ¿Terminará alguna vez la barbarie infligida por Vladimir Putin?
La respuesta está principalmente en manos de Ucrania. Pero, en última instancia, también en las del resto de nosotros: la UE, Estados Unidos, el Reino Unido y otros países democráticos del mundo.
Entre estos actores externos, la respuesta decisiva a esta cuestión debería darla la UE, cuya vecindad es la más afectada por la agresión rusa contra Ucrania; en segundo lugar, los propios ucranianos, naturalmente.
El Kremlin atacó a Ucrania porque creyó que podía permitírselo.
Percibía que la disuasión nuclear entre Rusia y Occidente era recíproca y, por lo tanto, casi no tenía importancia. También vio que, en términos militares, Europa está desapareciendo del mapa mundial.
Rusia veía una América en declive y una China en ascenso; y sabía que los Estados Unidos estarían cada vez más preocupados por los acontecimientos en Hong Kong, Taiwán y el Mar del Sur de China.
Sin duda, a Putin le divertía, pero también le animaba, la retirada estadounidense de Afganistán. En resumen: el respeto del Kremlin por Occidente había caído sustancialmente y, en cuanto a la UE, se había desvanecido por completo.
Los acontecimientos militares en Ucrania indican que nos enfrentamos a un conflicto congelado de proporciones sin precedentes, con consecuencias que serán difíciles de soportar.
Escenario de “cisne negro”.
Hace poco, escuchaba a un destacado politólogo europeo cuando expresaba su preocupación de que Ucrania sufriera el destino de Corea, una nación dividida con dos resultados muy diferentes. Este escenario de “cisne negro” es fácil de imaginar.
Sobre todo siendo conscientes del tiempo que ha sobrevivido Transnistria, de cómo los rusos solidificaron Abjasia y Osetia, de la rapidez con que Moscú conquistó Crimea, de cómo hemos luchado durante casi medio siglo con la cuestión de Chipre (aunque Turquía es miembro de la OTAN y país candidato a la adhesión a la UE… ).
Pero, ¿será posible superar de alguna manera el desafío del “cisne negro” en Ucrania?
Si hay algún tipo de solución significativa a disposición de Occidente, es resucitar la autoridad y el respeto que Occidente disfrutó durante la Guerra Fría. Con la diferencia de que, esta vez, el papel clave de salvaguardar la democracia en Europa, con Ucrania como una de sus partes integrantes, debe ser desempeñado por la UE mediante una cooperación eficaz con el Reino Unido y Estados Unidos.
Por decirlo claramente, si queremos evitar la “coreanización” de Ucrania, si queremos devolver un poco de cordura al Kremlin, la UE debe empezar a construir una disuasión militar eficaz.
El tiempo de las declaraciones, las estrategias globales o las “brújulas estratégicas” ha pasado.
O empezamos a construir unas fuerzas armadas europeas con poder de acción efectivo, o la banda de Putin y sus “discípulos” seguirán eligiendo -no durante años, sino durante décadas- qué ciudad ucraniana bombardear a continuación.
Y en Europa seguiremos consolándonos con la idea de que este desastre sigue teniendo lugar sólo en Ucrania, rezando para que el artículo 5 de la OTAN no sea sólo un tigre de papel.
Un escéptico o un “realista europeo” argumentaría que el aumento de la fuerza militar europea no necesariamente detendrá o disuadirá a Putin.
Ciertamente, una Europa con un ejército fuerte no es en sí misma una condición previa suficiente para poner fin a la guerra en Ucrania.
Sin embargo, no hay duda de que es una condición previa esencial. Hay que hacer entender a Putin que la UE es capaz no sólo de desconectarse de la energía rusa, sino también de defenderse a sí misma y a sus aliados cuando sea necesario.
También está claro que la posición negociadora de nuestros líderes políticos es diferente si no sólo están respaldados por bolsas de dinero, sino también por un ejército competente, fuerte y preparado para el combate.
Estados Unidos tiene y seguirá teniendo las manos llenas con el Indo-Pacífico, y también con Corea del Norte e Irán. Les agradeceremos que gestionen estos retos por sí mismos. En cuanto a los desafíos que afectan a nuestra vecindad inmediata, será nuestra responsabilidad ocuparnos de ellos, en primer lugar por nuestra cuenta.
No es fácil, aunque sí tentador, tomar como modelo los acontecimientos de Ucrania a la hora de reforzar los efectivos militares de Europa. Pero deberíamos dejar eso a los soldados.
Lo que deberíamos hacer es pedir a los políticos que tomen decisiones audaces, de principios, responsables y con visión de futuro. Entre las decisiones más urgentes está la necesidad de empezar a dar forma a las capacidades de defensa europeas.
Puede que no nos guste esta idea; pero si la rechazamos, tenemos la obligación de responder inmediatamentela pregunta: ¿cuál es la alternativa? ¿Qué le espera a Ucrania, pero también a nosotros, habitantes de la UE, si seguimos con el actual estado de indefensión?
Esperamos que los líderes políticos sepan hablar con amabilidad. Pero hoy, esto ya no es suficiente.
También deben ser capaces de actuar con valentía. El primer paso para que Europa esté a la altura del desafío podría ser que Francia permitiera a Alemania poner el dedo en el maletín nuclear francés.
Y que Alemania, a su vez, destine la mitad del aumento de su presupuesto militar anual, es decir, 50.000 millones de euros, a la creación de las Fuerzas Armadas Europeas.