Los ingresos del impuesto fronterizo sobre el carbono propuesto por la UE deberían utilizarse para apoyar la descarbonización de los países menos desarrollados, según propone un destacado eurodiputado en un proyecto de informe filtrado a la prensa el miércoles (5 de enero).
El llamado mecanismo de ajuste en la frontera del carbono (CBAM, por sus siglas en inglés), que establecerá una nueva tasa sobre las importaciones de hierro, acero, cemento, fertilizantes, aluminio y electricidad, se espera que aporte 1.000 millones de euros al año una vez que se aplique en su totalidad.
En un proyecto de informe de la comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo, el eurodiputado holandés de centro-izquierda Mohammed Chahim ha pedido la movilización de estos recursos para ayudar a los esfuerzos climáticos de las naciones más pobres.
El texto excluye la concesión de cualquier exención y, en su lugar, establece que “se proporcionará apoyo financiero para respaldar los esfuerzos de los países menos desarrollados hacia la descarbonización de sus industrias manufactureras”.
“Hay que evitar que la CBAM afecte a los PMA [least-developed countries] desproporcionadamente. Sin embargo, las exenciones directas serían una señal equivocada”, tuiteó Chahim el miércoles, argumentando que este mecanismo debería fomentar la cooperación en lugar de la confrontación.
Añadió que sólo los socios comerciales con políticas “explícitas” de fijación de precios del carbono en vigor se beneficiarían de ciertas exenciones en el marco de la CBAM.
El informe, que es una respuesta a la propuesta de la Comisión Europea presentada el pasado mes de julio, se considera una revisión completa del texto inicial.
Según el plan del ejecutivo de la UE, el impuesto fronterizo sobre el carbono, que entrará en vigor en 2026, se dirigirá a determinados bienes producidos en terceros países con normas medioambientales menos estrictas.
Pero el informe de Chahim reclama una aplicación más temprana y un ámbito más amplio de las importaciones, con productos químicos básicos, polímeros e hidrógeno añadidos a la lista de productos cubiertos por la nueva tasa.
Además, se ha acortado de dos a un año el periodo transitorio destinado a ayudar a las empresas a adaptarse al sistema y se ha fijado el plazo para eliminar los derechos gratuitos hasta finales de 2028, ocho años antes que en la propuesta de la Comisión.
En el marco del sistema de comercio de derechos de emisión con fijación de límites máximos, los permisos gratuitos ayudan a la industria, la aviación y, en algunos países, al sector eléctrico, a seguir siendo competitivos frente a sus rivales de terceros países.
Pero el plan de la Comisión de eliminar progresivamente los permisos gratuitos entre 2026 y 2035 ha sido criticado por los grupos ecologistas, que acusan al Ejecutivo comunitario de proteger a las industrias intensivas en carbono del principio de “quien contamina paga”.
Acelerar la eliminación de los derechos gratuitos para finales de 2028 en lugar de 2035 ha sido bien recibido por ONGs, como German Watch, que lo ve como “[a] una clara mejora y un paso importante para la transformación de la industria”.
Otro de los cambios significativos que recoge el informe es la creación de una Autoridad Europea de CBAM, que se encargaría de las declaraciones verificadas de emisiones y de los certificados para los importadores.
Según Pierre Leturcq, analista político del Instituto de Política Medioambiental Europea, esta propuesta responde al “riesgo de elusión” que supone un sistema descentralizado de autoridades nacionales.
Así se evitaría que las empresas extranjeras introduzcan sus productos en el mercado de la UE a través de los Estados miembros cuyas administraciones tienen menor capacidad de control de las declaraciones de emisiones, dijo.
Además de acelerar la acción climática global, el CBAM pretende evitar que las empresas transfieran su producción a terceros países con normas climáticas menos estrictas, lo que se conoce como “fuga de carbono”.