En un momento en que las negociaciones sobre el clima están marcadas por la preocupación por la disparidad entre los países postindustriales del Norte Global y las economías emergentes del Sur Global, la COP27 de las Naciones Unidas en Sharm El-Sheikh, que comienza este fin de semana, abordará por fin la compensación a las naciones y comunidades afectadas negativamente por el cambio climático.
Desde las olas de calor sin precedentes en todo el mundo, las lluvias torrenciales y las graves inundaciones en Pakistán que afectan a millones de personas, no se puede negar que el cambio climático es una gran amenaza para las comunidades racializadas y marginadas de todo el mundo. Estas comunidades se encuentran a menudo en entornos contaminados que tienen un impacto negativo en su bienestar.
Además, el Sur Global está experimentando de forma desproporcionada el impacto del aumento de las temperaturas, que alimenta la degradación del medio ambiente, las catástrofes naturales, los fenómenos meteorológicos extremos, la inseguridad alimentaria y del agua, los trastornos económicos y los conflictos.
Durante demasiado tiempo, los gobiernos de Europa y del resto del Norte global han ignorado la relación entre el impacto desproporcionado de la destrucción medioambiental, el colonialismo y la explotación económica.
El domingo (6 de noviembre), Egipto acogerá la 27ª cumbre de la COP, basándose en las ambiciones anteriores.
Por primera vez, la UE se enfrenta a la presión de suavizar su resistencia a compensar a las naciones más pobres del mundo por las pérdidas y los daños creados por las inundaciones, la subida de los mares y otros impactos alimentados por la crisis climática.
Lanzada justo antes de este debate, la Iniciativa Equinox para la Justicia Racial y otras organizaciones piden a los líderes europeos que aborden el impacto actual del colonialismo y la explotación mediante el enfoque de “pérdidas y daños”.
He aquí cinco formas en que la UE puede compensar a las comunidades y naciones afectadas por el cambio climático.
En primer lugar, asumir la responsabilidad histórica de las emisiones de CO2 en la atmósfera. Una característica común a muchas antiguas colonias excesivamente afectadas por el cambio climático es una huella de carbono relativamente pequeña. Los países europeos son históricamente responsables del 22% de las emisiones mundiales de CO2. En cambio, la contribución histórica de los países africanos, muchos de los cuales eran antiguas colonias, son apenas un tres por ciento en conjunto.
Las pérdidas y los daños no son problemas teóricos o futuros, sino una realidad que afecta a las comunidades racializadas y marginadas de todo el mundo, especialmente en el Sur Global.
El pasado no está en el pasado
En segundo lugar, reconocer la explotación colonial de los países. El colonialismo europeo se refiere al acto de explotar tierras y recursos de los que otros ya dependen. La extracción de recursos, como el petróleo y el gas, provoca la extinción, la deforestación y la contaminación. Tomemos como ejemplo el Delta del Níger, uno de los lugares más contaminados del planeta debido a la negligencia de la empresa británica Shell. Se calcula que allí se han vertido más de 17,5 millones de litros de petróleo, que han matado ecosistemas enteros, desarraigado familias y causado daños irreversibles.
El Norte Global también ha utilizado el Sur Global como lugar para eliminar sus residuos no deseados. Estas acciones han perturbado a las comunidades locales que viven en esas tierras y han devastado los ecosistemas.
Por primera vez, en un reciente informe de 2022 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, se enumeró el colonialismo como motor de la crisis climática y como un problema permanente que está agravando la vulnerabilidad de las comunidades ante ella.
Esto subraya la urgencia de que los gobiernos del Norte Global asuman la responsabilidad histórica de dar cuenta de tal desequilibrio. Tienen el deber de asignar la financiación que proviene de los beneficios excesivos de las corporaciones de gas y petróleo responsables del cambio climático a aquellas naciones que fueron y siguen siendo explotadas.
En tercer lugar, indemnizar por algo más que la pérdida de vidas, infraestructuras y tierras.
Las personas, las comunidades y las naciones afectadas directamente por el cambio climático han sufrido de forma inimaginable. Muchos han perdido vidas o seres queridos, hogares y puestos de trabajo, así como tierras.
Los que han “sobrevivido” deben seguir adelante con un modo de vida diferente y perturbado: para muchos, esto significa desplazamiento, separación familiar y prácticas culturales destrozadas. Cualquier decisión financiera relacionada con las pérdidas y los daños debe tener esto en cuenta.
Cuarto: reconocer que la “adaptación” tiene límites. Las naciones y las comunidades han desarrollado soluciones de adaptación y han implementado acciones para responder a los impactos actuales del cambio climático, así como para prepararse para los impactos futuros. Sin embargo, la adaptación tiene sus límites y ninguna resiliencia puede impedir los efectos materiales del cambio climático.
La UE debería instituir unmecanismo financiero que aborde las pérdidas y los daños, además de los compromisos de adaptación y mitigación existentes.
143 millones de personas que no tienen dónde ir
En quinto lugar, y por último, facilitar la inevitable migración. La tendencia acelerada de los desplazamientos globales relacionados con los impactos climáticos está aumentando los movimientos transfronterizos, especialmente cuando el cambio climático interactúa con los conflictos y la violencia.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informa que en 2019, 24,9 millones de personas fueron desplazadas en 140 países por peligros relacionados con el clima, y que si no se toman medidas suficientes, la cifra no hará más que aumentar.
Se espera que en los próximos 30 años, 143 millones de personas se vean desarraigadas por la subida de los mares, la sequía, las temperaturas abrasadoras y otras catástrofes climáticas, según el informe del IPCC de 2022.
La migración es inevitable a medida que el mundo se calienta. La UE debe aplicar una política migratoria que dé prioridad al paso seguro de todas las personas, incluidas las desplazadas por la fuerza debido a los daños medioambientales, y salvar vidas acortando los complicados procedimientos de asilo.
Comprender los vínculos entre la justicia racial y los daños medioambientales es esencial para que la UE aplique compromisos efectivos. Estos deben reflejarse en sus políticas relacionadas con la crisis climática.
Ya es hora de que las comunidades y naciones directamente afectadas por el cambio climático sean compensadas por los mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo. La Unión Europea (UE) debería predicar con el ejemplo para que esto ocurra y comprometerse a financiar adecuadamente las pérdidas y los daños en la COP27.