Hace tan sólo una década, el Ártico tenía poco interés para los habitantes del sur del Círculo Polar Ártico.
Esto ha cambiado rápidamente. En la actualidad, la Unión Europea -junto con Estados Unidos, Canadá, Noruega e Islandia- reconoce que un Ártico seguro, sostenible, pacífico y próspero es importante no sólo para la propia región, sino para todo el mundo.
La razón de esta mayor atención es que el Ártico se está convirtiendo en un nuevo escenario para algunas de las cuestiones más definitorias de nuestro tiempo: el cambio climático, la necesidad urgente de un desarrollo inclusivo y sostenible, y la geopolítica.
El cambio climático es la mayor amenaza a la que se enfrenta el Ártico, aunque no sea el resultado de las actividades del Ártico sino que se origine en las emisiones de dióxido de carbono de todo el planeta. Se está produciendo allí más del doble de rápido que en otras partes del mundo.
Dentro de poco, los tramos costeros quedarán libres de hielo durante los veranos, y más adelante también durante los inviernos. El derretimiento del hielo y el deshielo del permafrost están liberando grandes cantidades de metano, lo que acelera aún más el calentamiento global, que a su vez interfiere en los sistemas meteorológicos mundiales.
Además de las amenazas a la seguridad causadas por el cambio climático, el retroceso del hielo también crea oportunidades económicas, abriendo rutas de navegación y facilitando el acceso al petróleo, el gas y los minerales.
Algunos de estos minerales desempeñarán un papel crucial para impulsar la creciente demanda mundial de productos tecnológicos, sobre todo los necesarios para la transición a una economía neutra en carbono.
Un Ártico abarrotado
Esto es de gran relevancia para el éxito del Green Deal europeo, cuyo éxito depende precisamente de esa transición tecnológica.
También explica por qué el Ártico está cada vez más “abarrotado”, con un número creciente de países como China y Rusia que amplían su compromiso allí. Lo que ocurre en el Ártico afecta directamente a los Estados europeos, incluida Alemania, que no sólo es observadora en el Consejo Ártico, sino que también ha dirigido el reciente proyecto MOSAiC, una expedición científica que exploró el sistema climático del Ártico.
La política ártica de la UE no es, por tanto, una cuestión de conveniencia, sino una necesidad política.
Para hacer frente a estos retos y oportunidades, la UE ya está adoptando varias medidas: a través de su política actualizada para el Ártico, combina los objetivos climáticos y medioambientales con las oportunidades económicas sostenibles para que la región pueda mostrar una creación de empleo compatible con el futuro y enfoques sostenibles para la conectividad, el turismo, la pesca y la innovación.
El Centro de Satélites de la UE ofrece análisis geoespaciales seguros y, por tanto, ayuda a la UE a supervisar la situación de seguridad relacionada con el clima en la región del Ártico, mientras que una gran parte de los 200 millones de euros gastados por la UE en la investigación del Ártico entre 2014 y 2020 se centró en los efectos más amplios del cambio climático.
Hay tres razones por las que la UE debe y seguirá comprometida con el Ártico, y por las que el próximo gobierno de Alemania también debe prestar atención a la región.
En primer lugar, la UE es la principal defensora del multilateralismo en el mundo, tomando la iniciativa en las negociaciones internacionales -incluidas las relativas al cambio climático- que serán cruciales para el futuro del Ártico.
Los ocho Estados del Ártico -Canadá, el reino de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Rusia y Estados Unidos- son los principales responsables de lo que ocurre en su territorio soberano.
Sin embargo, muchas cuestiones que afectan al Ártico, como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, sólo pueden abordarse a través de foros regionales o multilaterales. Un ejemplo es la necesidad de cooperación regional o circumpolar para mitigar los riesgos de los residuos nucleares peligrosos.
Otros ejemplos, como la explotación sostenible de los recursos pesqueros o la energía y la calefacción sostenible, demuestran que somos más eficaces trabajando juntos.
En segundo lugar, la UE forma parte del Ártico: físicamente, con tres Estados miembros que tienen territorio ártico, y como legisladora en el Ártico europeo.
Participa activamente en varios organismos regionales, como el Consejo Ártico, el Consejo Euroártico de Barents y la Dimensión Septentrional, donde colabora con Rusia, Noruega e Islandia, sobre todo en materia de limpieza medioambiental. El Ártico es la prueba de que todavía es posible garantizar la cooperación internacional en cuestiones existenciales como el cambio climático.
En tercer lugar, la UE es una gran consumidora de los recursos del Ártico, esenciales también para las industrias alemanas, y es pionera en los esfuerzos por frenar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La autonomía estratégica de la UE en materia de minerales, importante para la transición ecológica, los servicios espaciales y las tecnologías del futuro, podría reforzarsemediante la extracción sostenible en algunas partes del Ártico. El nivel de interés de las empresas europeas por invertir en este sector será clave en los próximos años.
La UE está decidida a ampliar y modernizar su compromiso para hacer frente a los graves, e incluso existenciales, desafíos del Ártico, acelerados por el cambio climático.
El próximo gobierno de Alemania tendrá un papel fundamental a la hora de seguir apoyando las políticas de la UE en el Ártico, aprovechando el éxito de MOSAiC y ayudando a elevar el perfil de las cuestiones del Ártico en sus relaciones diplomáticas internacionales.