“¿Podemos confiar en Alemania?” – esta pregunta fue planteada sin rodeos por el ministro de Defensa letón, Artis Pabriks, en el 12º Foro anual de Política Exterior de Körber-Stiftung, celebrado en Berlín en octubre.
Desde luego, no es la primera vez que se plantea esta cuestión: Los alemanes la han escuchado una y otra vez durante la última década, y más aún desde la invasión rusa de Ucrania y la posterior proclamación del cambio fundamental de la política exterior alemana.
¿Ha cumplido Alemania sus promesas de “Zeitenwende”? [turning point]? ¿Y la respaldan los alemanes?
El Foro de Berlín de este año, titulado “El precio de la paz: Repensar la seguridad para Alemania y Europa” tenía como objetivo debatir el papel de Alemania y Europa dentro de los complejos retos de política exterior y seguridad que plantean la guerra de Rusia, la agresión china y las cambiantes relaciones transatlánticas.
Responsables políticos y expertos de diversos países e instituciones clave próximos a los actuales cambios tectónicos en el orden internacional intercambiaron sus puntos de vista, compartieron sus conocimientos y debatieron sobre las distintas expectativas internacionales ante las estrategias, alianzas y adquisiciones necesarias para navegar a través de las múltiples crisis internacionales actuales.
Aunque el Foro de Berlín puso de manifiesto que los socios de Alemania aprecian claramente su proclamada voluntad de asumir un papel de liderazgo y contribuir más activamente a su seguridad colectiva, también hubo acuerdo entre los socios europeos en que sigue existiendo un desfase entre los objetivos de Alemania y sus acciones en lo que respecta a la política exterior y de seguridad.
En su discurso “Zeitenwende”, el canciller Olaf Scholz se comprometió con el objetivo del dos por ciento de la OTAN.
En el Foro de Berlín, la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, hizo a su vez una firme promesa a los pueblos de Europa del Este, queriendo reforzar el ejército alemán para “que pueda proporcionar seguridad a los habitantes de Tallin, Riga, Vilnius o Varsovia”.
Sin embargo, un estudio reciente muestra que los planes presupuestarios actuales de Alemania se quedarán cortos para alcanzar el dos por ciento de la OTAN en 18.900 millones de euros ya en 2023, con un desfase aún mayor en los años siguientes.
Los Estados europeos esperan que Berlín marque el camino y contribuya a su seguridad colectiva en función de su poder económico y político.
Sin embargo, cuando se le preguntó sobre la asunción de este papel de liderazgo, la ministra alemana de Defensa, Christine Lambrecht, subrayó la necesidad de liderar coordinando todas las acciones con los socios y desarrollando “ofertas e ideas para implicar a todos los aliados”. Es esta vacilante definición de liderazgo la que domina las políticas de Berlín, en lugar de la clara línea de actuación que se prometió y que esperan sus socios.
Otra brecha se encuentra entre los objetivos del gobierno de Scholz y las expectativas y necesidades de la opinión pública alemana.
En el Foro de Berlín, la experta ucraniana y ex diplomática Iuliia Osmolovska señaló que no basta con que sólo los políticos comprendan la gravedad de la guerra de Rusia contra el modo de vida europeo, contra nuestros tan citados valores, contra la base misma de nuestra propia seguridad.
Por el contrario, es necesario que los ciudadanos participen en las decisiones importantes a través de un liderazgo transparente y global.
Aunque muchos políticos alemanes aún no han aceptado esta realidad, el argumento de Osmolovska podría ser un factor clave para el compromiso internacional alemán. La reciente encuesta de Körber-Stiftung en The Berlin Pulse muestra que, mientras que en marzo de 2022 dos tercios de los alemanes apoyaban que su país se implicara más en las crisis internacionales, sólo unos meses después, en agosto, el estado de ánimo general ha cambiado y la mitad de la población desea que Alemania ejerza una mayor moderación en el ámbito internacional.
Los políticos alemanes temen por el apoyo de sus votantes al impulsar una postura más asertiva en política exterior y de seguridad y aplicar los objetivos proclamados en febrero de 2022, y no sin razón, como indican las encuestas mencionadas.
El aumento de los sentimientos derechistas en Alemania se suma a ese temor.
Avivar la derecha
El partido populista Alternative für Deutschland (AfD) ha ganado apoyo en los últimos meses, alimentado sobre todo por la incertidumbre económica. Mientras tanto, los socialdemócratas en el Gobierno han perdido alrededor de siete puntos porcentuales de apoyo desde el inicio de la guerra rusa, lo que les deja en tercer lugar tras los democristianos y el partido de Los Verdes.
Esto pone a la coalición gobernante de Alemania en una posición difícil. Tiene que responder a las expectativas de sus socios y a las suyas propias de liderar un frente unido y fuerte contra Rusia y, al mismo tiempo, abordar los problemas urgentes internos para mantener la cohesión social.estabilidad y el apoyo de sus votantes.
Esta es probablemente una de las razones por las que Berlín se está tomando tanto tiempo para especificar las políticas que se supone que ejecutarán la “Zeitenwende” e incluso ha pospuesto la publicación de una Estrategia de Seguridad Nacional hasta febrero de 2023.
Las expectativas en torno a esa estrategia son ciertamente altas: tiene que dejar muy claros los objetivos de Alemania y cómo quiere alcanzarlos.
Estas expectativas también se reflejan en los niveles de exigencia al Gobierno alemán. Berlín ha comprometido 9.600 millones de euros en ayuda militar, financiera y humanitaria, lo que le convierte en el mayor donante europeo.
Por tanto, no es cierto que Alemania apenas preste ayuda a Ucrania.
El problema radica más bien en la indecisión que da una imagen de indecisión. El ejemplo más reciente es la entrega de tanques a Ucrania.
Una vez más se reduce a la cuestión de la comunicación. Alemania debería centrarse menos en el largo proceso de alcanzar una decisión dentro de la coalición y el parlamento, y más bien hacer hincapié en el resultado y ser transparente sobre el razonamiento que hay detrás de una decisión.
En junio, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, preguntó: “¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por la paz? ¿Cuánto territorio? ¿Cuánta independencia? ¿Cuánta soberanía? ¿Cuánta libertad? ¿Cuánta democracia?”
El Foro de Berlín demostró: para que la política exterior y de defensa alemana tenga éxito, Berlín no sólo tiene que tomar algunas decisiones difíciles sobre qué precio está dispuesto a pagar por la paz, sino también aprender a comunicar y ejecutar esas decisiones.
Ni los socios internacionales de Alemania, ni los votantes alemanes podrán seguir y apoyar las decisiones tomadas si el gobierno alemán sigue enviando señales contradictorias, fracasando continuamente en cerrar la brecha entre las palabras y las acciones.
Así pues, la respuesta a la pregunta de si podemos confiar los unos en los otros depende en última instancia de la opinión pública alemana y de la capacidad de adaptación de la administración alemana. Los objetivos políticos están fijados y las expectativas internacionales son claras: lo que hace falta es una mejor comunicación con la opinión pública y una actuación más decidida.