La mayoría de los turcos, según las últimas encuestas de opinión pública, ven la invasión rusa de Ucrania como un desafío a la seguridad nacional de Turquía y quieren que el gobierno se mantenga neutral en este conflicto.
Esta posición prudente es producto de los vínculos financieros de Turquía con Rusia y de su frágil situación económica.
Esta interdependencia explica la reticencia del presidente Recep Tayyip Erdoğan a suscribir las sanciones a Rusia respaldadas por Estados Unidos y la UE y está viendo el apoyo de la sociedad turca. Sin embargo, hay un lado más oscuro en esta política.
Al igual que ocurrió durante el período en que se impusieron inicialmente las sanciones contra Irán, antes de la firma del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) en 2015, la presión internacional sobre Irán fue considerada como una ventana de oportunidad por los políticos y burócratas de Turquía.
De hecho, la necesidad de supervivencia del régimen iraní requería mecanismos que eludieran los procesos internacionales legales y transparentes, y muchos en Turquía vieron la oportunidad de ser un país clave en este proceso, enriqueciéndose por el camino.
Diciembre de 2013 marcó un umbral en la historia de la Turquía moderna.
Los fiscales y los jefes de policía vinculados al movimiento Gelen iniciaron una investigación de soborno que reveló los vínculos ilegales entre los miembros del gabinete y Reza Zerrab, un empresario iraní que facilitaba la transferencia de dinero de los bancos turcos a los iraníes. Zerrab blanqueaba el dinero del petróleo y el gas natural iraní a través de una cuenta de transacciones de una empresa fantasma en el Halkbank, propiedad del Estado turco, junto con una compleja red de empresas, bancos y compañías de fachada, en un caso que llegó a conocerse como “la mayor trama de evasión de sanciones de la historia reciente”.
Para asegurar la continuidad de las operaciones, sobornaba a miembros del gabinete que le ayudaran a proteger la operación de la intervención de la policía turca.
La acusación argumentó posteriormente que Egemen Bağış, ministro de Asuntos de la UE, Muammer Gülen, ministro del Interior, y Zafer Çağlayan, ministro de Economía, recibieron sobornos de Zerrab.
La investigación de los sobornos fue un hito en el camino de Turquía hacia la autocracia.
Erdoğan, primer ministro en 2013, calificó la acusación de “golpe judicial” urdido por el movimiento Gulen, destinado a subvertir su gobierno. Fue un enfrentamiento inesperado teniendo en cuenta que Erdoğan y Gülen habían sido aliados políticos contra la tutela del ejército secular tras la llegada al poder del AKP de Erdoğan en 2002.
Erdoğan contra Gülen
Se puede afirmar que la cooperación entre Erdoğan y Gulen catalizó a los gulenistas para que se infiltraran plenamente en la burocracia estatal turca y funcionaran como reemplazo del ejército y el poder judicial secularistas.
Sin embargo, estas dos facciones tuvieron problemas para compartir el poder. Erdoğan creía que la investigación sobre los sobornos había sido instrumentalizada por el movimiento Gulen para derrocar al gobierno elegido.
En los años siguientes, Erdoğan consiguió sobrevivir gracias al apoyo popular que recibió, limpiando gradualmente la burocracia de gulenistas. Especialmente después del fallido golpe de Estado supuestamente intentado por soldados gulenistas en julio de 2016, Erdoğan ha establecido su plena autoridad sobre el poder judicial, sin dejar ninguna institución autónoma.
Este giro autocrático ha allanado el camino para que los miembros del AKP violen las restricciones legales mientras permanezcan leales a Erdoğan. En caso de que continúen las sanciones impuestas por Occidente a Irán, cabe esperar, como ocurrió con Zerrab en 2013, que los altos miembros corruptos del Gobierno vean la oportunidad de ayudar a Irán a seguir haciendo negocios eludiendo las sanciones.
El grado de prevalencia de este tipo de corrupción puede verse en Sedat Peker, un conocido líder de la mafia y estrecho aliado del gobierno de Erdoğan en la era posterior al golpe fallido, que publicó una serie de confesiones muy vistas en YouTube.
En ellas, acusó a los miembros del gabinete turco de estar involucrados en el contrabando de drogas, el contrabando de armas, el juego y la corrupción.
Estas confesiones han demostrado cómo el control judicial sobre el órgano ejecutivo ha desaparecido por completo en Turquía, subrayando el riesgo de que las sanciones relacionadas con la evasión del JCPOA pasen por Ankara. Los fiscales y los jueces son corruptos o tienen estrechos vínculos con los políticos, lo que hace más probable que esa actividad ilegal pueda continuar sin obstáculos.
Este preocupante panorama implica que los miembros del gobierno estarían inclinados a facilitar la evasión de sanciones para su propio beneficio financiero en ausencia de instituciones burocráticas autónomas y de un poder judicial independiente.
No es de extrañar que podamos señalar una correlaciónentre la cooperación de los ministros del AKP con Zerrab para blanquear dinero iraní y el declive de los militares en la política turca. Una menor supervisión por parte de las organizaciones de terceros, tradicionalmente más críticas con el gobierno, permite que la corrupción se desborde.
Del mismo modo, el auge del gobierno unipersonal de Turquía tras el fallido golpe de Estado ha permitido a los miembros del gabinete llevar a cabo actividades ilegales sin preocuparse por la supervisión de las instituciones estatales y el poder judicial, siempre que mantengan su lealtad al hombre fuerte de Turquía.
Todo esto, unido al grave declive de la economía turca, es la razón por la que las sanciones internacionales impuestas se consideran una oportunidad para las élites corruptas que perciben las sanciones como una moneda de cambio para ganar más dinero.
Cualquier régimen de sanciones global debe tener en cuenta la ruta de evasión de sanciones que pasa por Ankara.
La experiencia pasada demuestra que si se ignora esto se corre el riesgo de neutralizar efectivamente cualquier impacto financiero significativo del régimen de sanciones actualmente en vigor contra Irán, por no mencionar el mensaje que envía a otros regímenes sancionados, como Rusia, junto con políticos y empresarios corruptos que ven una oportunidad financiera en el fortalecimiento de los regímenes canallas a expensas de los intereses occidentales.