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La UE debe ayudar, no empeorar, la crisis de los refugiados en Libia

Este mes, la situación de más de 1.000 refugiados y otros inmigrantes varados en el mar tras negárseles un lugar seguro para desembarcar en Europa ha puesto de manifiesto, una vez más, la grave situación en el Mediterráneo Central.

En lo que va de año, más de la mitad de las personas que llegan por mar a Italia proceden de Libia, un país que se enfrenta a importantes necesidades humanitarias y donde las personas que se desplazan se enfrentan sistemáticamente a terribles abusos y violaciones de los derechos humanos.

No es ningún secreto que muchos se ven obligados a huir de Libia. La realidad es que el país corre hoy el riesgo de enfrentarse a un colapso total del sistema. Ha pospuesto repetidamente sus tan esperadas (y necesarias) elecciones, los precios del combustible y del pan se están disparando, los activistas y otras personas, incluidas las que se desplazan, están expuestos sistemáticamente a graves violaciones de los derechos humanos, y las tensiones políticas están desembocando cada vez más en enfrentamientos violentos.

Como uno de los vecinos más cercanos de Europa y dados los peligros a los que todavía se enfrentan muchos en el país, la UE está bien situada para apoyar la paz, la reconciliación y la responsabilidad en Libia. Sin embargo, con demasiada frecuencia, sus relaciones se han centrado excesivamente en disuadir a los refugiados, solicitantes de asilo y migrantes de llegar a sus costas, por encima de la defensa de los derechos fundamentales de todas las personas atrapadas en el conflicto y la crisis del país.

El martes por la tarde (22 de noviembre), los eurodiputados tienen la oportunidad de abordar esta brecha y volver a incluir a Libia en la agenda de la UE, al debatir la alarmante situación del país en el pleno por primera vez en cuatro años.

Esta es una oportunidad para que el Parlamento adopte una posición de principios e impulse un cambio concreto para la población de Libia. No podía llegar en un momento más importante.

Tensión insostenible

La situación política actual en Libia es insostenible. El país cuenta con dos autoridades de gobierno paralelas que se disputan el poder, y las crecientes tensiones y la volatilidad hacen temer una recaída en un conflicto a gran escala.

Esta situación se produce en un contexto de declive económico y de importantes problemas humanitarios y de protección.

Más de 800.000 personas en Libia dependen actualmente de la ayuda humanitaria, y sigue habiendo bolsas de necesidades profundas y persistentes. Los desplazados internos o los que viven en el sur del país se enfrentan a graves dificultades debido al deterioro de los servicios. Los refugiados, los solicitantes de asilo y otros inmigrantes se enfrentan a una situación especialmente desesperada: carecen de protección legal y a menudo no pueden acceder a necesidades básicas como el alojamiento, la alimentación y la atención sanitaria.

Sin embargo, a pesar de la inmensa magnitud del sufrimiento en el país, la reducción del espacio de la sociedad civil en Libia está dificultando que la ayuda humanitaria llegue a quienes más la necesitan.

Los refugiados, solicitantes de asilo y otros inmigrantes se ven atrapados en un círculo vicioso de violencia desde el momento en que llegan al país, a menudo sometidos a repetidos arrestos, detenciones y abusos. Muchos se sienten obligados a viajar a Europa en busca de seguridad, pero esta ruta está plagada de peligros.

Más de 1.200 personas han perdido la vida al intentar este traicionero viaje por mar en lo que va de 2022.

Otros miles han sido interceptados por los guardacostas libios, apoyados por la UE, y enviados por la fuerza a centros de detención donde se enfrentan a una violencia sistemática que puede equivaler -según la ONU- a “crímenes contra la humanidad”.

El enfoque de la UE fracasa

Cada vez está más claro que el enfoque actual de la UE no sólo no mejora las perspectivas de los grupos más vulnerables en Libia, sino que ha contribuido a que la situación de las personas que se desplazan sea aún más peligrosa. Es hora de arreglar este modelo roto y empezar de nuevo.

En primer lugar, la UE y sus Estados miembros deben respaldar plenamente los esfuerzos en pro de la estabilidad y la paz en Libia. Deben utilizar todos los medios a su alcance para animar a las autoridades libias a mantener el frágil alto el fuego, a participar plenamente en el proceso político y electoral y a respetar y defender el derecho internacional humanitario y de los derechos humanos.

Para que el país se oriente hacia la paz y la democracia, la UE debe colaborar con las autoridades para garantizar que la población pueda expresarse libremente y que las organizaciones de la sociedad civil puedan apoyar a todos los necesitados sin temor a las repercusiones.

En segundo lugar, la UE y sus Estados miembros deben colaborar con las autoridades libias para reforzar las infraestructuras del país, como la electricidad, el agua, la educación y la sanidad. Es vital que todos los habitantes de Libia puedan acceder a los servicios públicos y a las redes de seguridad social, sin discriminación. Será fundamental que se produzcan avances significativos en estos ámbitos antes de que los donantes, incluida la UE, cambiensu enfoque demasiado lejos de la protección esencial y el apoyo humanitario o empezar a pensar en la transición fuera del país.

En tercer lugar, a estas alturas la comunidad internacional es muy consciente de que Libia no es un lugar seguro para los refugiados y otros inmigrantes. Es hora de que la UE y sus Estados miembros la traten como tal, de acuerdo con el derecho internacional.

La UE debe asumir su responsabilidad y garantizar que cualquier apoyo a las autoridades libias en materia de migración -incluido su apoyo a la Guardia Costera- esté totalmente condicionado al respeto de los derechos de las personas que se desplazan.

Debe impulsar el fin de las detenciones arbitrarias y garantizar la rendición de cuentas por las violaciones sistemáticas de los derechos. Mientras tanto, debe ampliar las rutas seguras para salir de Libia, de modo que las personas no se vean obligadas a arriesgarse en viajes traicioneros en busca de protección.

Y, por último, tienen la responsabilidad de reactivar la misión de búsqueda y rescate de la UE en el Mediterráneo en coordinación con las ONG, garantizando que los rescatados en el mar sean desembarcados de forma humana y se les proporcione el apoyo que necesitan urgentemente.

Si no toman medidas audaces, el Mediterráneo no sólo se convertirá en un cementerio para más personas que huyen de Libia en busca de protección, sino para sus propios valores de derechos humanos, dignidad e igualdad.

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