La guerra de Rusia contra Ucrania es un duro recordatorio, por si fuera necesario, de que las dictaduras nos hacen a todos menos seguros. Día tras día, los ucranianos son asesinados o torturados, pierden sus hogares y se ven obligados a vivir en la oscuridad y el frío.
Varios miles de kilómetros al sur y al oeste, etíopes, somalíes, nigerianos, egipcios y otros pasan hambre por falta de alimentos. En Europa, el coste de la energía se ha disparado, la inflación aumenta y hay que gastar más en defensa, dinero que, de otro modo, podría haberse utilizado para fines mejores.
En toda Europa, los gobiernos intentan extraer lecciones de la guerra rusa contra Ucrania. Algunas parecen obvias: no te hagas dependiente de gobiernos autoritarios para cubrir necesidades esenciales.
O, al menos, diversificar esos riesgos. La dependencia energética de Alemania respecto a Rusia es ahora el “ejemplo A” de lo que no se debe hacer. Rusia había señalado, con palabras y hechos, su intención de alterar el orden de seguridad de Europa y, sin embargo, la mayor parte de la clase política alemana funcionó durante años como si el comercio fuera el único objetivo de política exterior que importaba.
Más allá de las lecciones obvias, ¿cómo deberían cooperar los Estados democráticos con los gobiernos autoritarios en el futuro?
Mi organización, Democracy Reporting International, ha estudiado las estrategias de seguridad de 13 gobiernos democráticos para comprender cómo ven esta relación.
A partir de esto, se pueden observar algunas tendencias.
El riesgo de los regímenes autoritarios sólo se está tomando en serio ahora. Mientras que la República Checa desarrolló una estrategia de política exterior para tenerlo en cuenta ya en 2015, para muchos otros la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 desencadenó una nueva reflexión. Cuatro gobiernos están actualizando sus estrategias (Países Bajos, Suecia, Finlandia y Reino Unido), dos (Alemania e Irlanda) no tenían estrategias y las están desarrollando ahora.
Aunque existen diferencias en la forma en que los gobiernos describen el problema de los regímenes autoritarios, todos reconocen la amenaza de las campañas de desinformación o los ciberataques de gobiernos autoritarios que pretenden debilitar la democracia.
Hay un límite en la mayoría de estas estrategias de seguridad: no exploran las amenazas autoritarias a la seguridad más allá de sus fronteras, como el debilitamiento de la estabilidad regional, el riesgo de conflicto internacional y el potencial de emergencias humanitarias.
La estrategia estadounidense es una excepción, ya que menciona que “el respeto a la democracia y el apoyo a los derechos humanos promueven la paz, la seguridad y la prosperidad mundiales”.
La mayoría de las estrategias tampoco abordan el problema de que las democracias se vuelvan más autocráticas.
Los daneses no se andan con rodeos
Un reciente informe del gobierno danés es una excepción, en un lenguaje que no tiene pelos en la lengua. En él se mencionan los graves riesgos que se derivarían de una nueva elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.
En cuanto a los riesgos en la UE, señala que la “unidad reforzada en la UE y el desarrollo dinámico de la autonomía estratégica de la UE y su papel como actor de la política de seguridad se ven amenazados por fuerzas populistas que están desafiando los principios fundamentales de la UE en relación con el Estado de Derecho y la democracia y que quieren hacer retroceder a la UE.
“Mientras solo tengan poder en países como Hungría, el problema es manejable; pero si ganan el poder en uno de los principales países, existe un grave riesgo de que se socaven la cohesión y el dinamismo de la Unión.”
El informe danés explica claramente cómo el gobierno autoritario debilita la seguridad, la política exterior de muchas democracias considera los derechos humanos, el Estado de derecho y la democracia principalmente como “valores” que merecen apoyo, por ejemplo mediante la financiación de proyectos, pero no como “intereses” que deban situarse en el centro de las preocupaciones de la política exterior dura.
El no-ejemplo alemán
La idea de que la democracia es un valor que puede verse superado por los intereses ha influido en la configuración institucional de muchos ministerios de Asuntos Exteriores.
Por ejemplo, aunque el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán afirma que la democracia es una preocupación clave de la política exterior y proporciona una financiación significativa para proyectos en determinados países, no tiene ningún departamento, unidad o incluso persona que se ocupe de la democracia en general.
Esta falta de atención a la democracia es un error.
Si nos fijamos en la evolución de Rusia en los últimos 30 años, resulta que los supuestos “idealistas” -activistas de derechos humanos y partidarios de la democracia- tenían la comprensión más realista del régimen ruso y de los riesgos para la seguridad que creaba. Hoy estaríamos más seguros si esas voces hubieran desempeñado un papel central en la política exterior de los gobiernos occidentalesplanificación.
De cara al futuro, la amenaza que suponen los gobiernos autoritarios para la seguridad mundial debe estudiarse con más detalle para afinar las estrategias exteriores y de seguridad.
Pero un cambio de dirección necesario está claro: considerar la democracia y los derechos humanos en el extranjero como preocupaciones clave de seguridad y materia de política exterior dura, en lugar de sólo como valores idealistas.