La guerra de 2020 en Nagorno-Karabaj (NK) entre Armenia y Azerbaiyán, que dejó miles de muertos, no puso fin al conflicto más largo de la región.
Las hostilidades activas han cesado en gran medida, dada la presencia de las fuerzas de paz rusas en NK, tras la declaración trilateral del 9 de noviembre de 2020 con la mediación de Moscú.
Sin embargo, la situación dista mucho de ser pacífica. Seguimos siendo testigos de numerosos incidentes localizados, además de casos mayores de enfrentamientos armados, como los que vimos el 16 de noviembre de 2021 y el 12 de enero de 2022.
La guerra de 44 días alteró significativamente la geopolítica del Cáucaso Sur.
En primer lugar, el papel activo de Turquía en el conflicto y el apoyo que prestó a Azerbaiyán, incluso mediante el reclutamiento de mercenarios sirios, aumentaron significativamente su influencia en la región.
En segundo lugar, el marco institucional para resolver el conflicto de NK -el Grupo de Minsk de la OSCE- ha sido socavado. Envalentonado por su victoria, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ha declarado públicamente que el conflicto ha terminado, negándose a seguir colaborando con el Grupo de Minsk.
Esto nos lleva a preguntarnos qué pasará con la población armenia en NK una vez que la misión rusa de mantenimiento de la paz termine en menos de cuatro años. Dadas las brutalidades documentadas durante la guerra, la armenofobia promovida por el Estado en Azerbaiyán, así como los incidentes de posguerra que afectan a la población armenia, existe una amenaza real de limpieza étnica de armenios en NK.
Otra importante consecuencia de la guerra es el cambio de las fronteras de facto entre Armenia y Azerbaiyán.
La línea de contacto entre las fuerzas armadas se ha acercado tanto que en algunos lugares se encuentran a unos cientos de metros de distancia la una de la otra. Esta situación ha tenido un gran impacto en los derechos y medios de vida de las comunidades locales. En varios casos, los residentes cercanos a la frontera fueron tomados cautivos, sus campos cultivados fueron incendiados y su ganado fue robado.
Las tres reuniones recientes entre el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, dos de las cuales fueron mediadas por la UE, sólo han producido resultados modestos.
Uno de los resultados de estas reuniones es que existe una línea directa entre los ministros de Defensa de ambos países para prevenir escaramuzas fronterizas.
Los dos países también acordaron tomar medidas para desbloquear las conexiones ferroviarias. Uno de los temas más importantes sigue siendo la demarcación de la frontera. Rusia ha propuesto la creación de un comité, que dirigiría, pero no hay avances a la vista.
La explosiva situación en Ucrania puede tener consecuencias devastadoras para el Cáucaso, incluido un nuevo conflicto. A pesar de la amistad personal entre los presidentes Vladimir Putin y Erdogan, Rusia está cada vez más molesta con Turquía debido a su posición sobre Crimea y por proporcionar drones armados a Ucrania.
También ha habido algunas tensiones recientes entre Azerbaiyán y Rusia, en particular por la misión rusa de mantenimiento de la paz en NK. Azerbaiyán y Turquía se verán tentados a recurrir de nuevo al uso de la fuerza, sobre todo porque sus acciones anteriores no generaron una condena adecuada.
En este contexto, es necesaria una UE mucho más comprometida, en particular en torno a los tres ámbitos siguientes.
Minsk redux
En primer lugar, es fundamental presionar a Azerbaiyán para que se aleje de un enfoque militarista agresivo y acepte las negociaciones bajo los auspicios del Grupo de Minsk de la OSCE en torno al estatus de Nagorno-Karabaj.
Debe haber un mensaje inequívoco de que el uso de la fuerza no es una opción y se enfrentará a las consecuencias adecuadas. El statu quo ha cambiado drásticamente y las dos partes ya no pueden ser tratadas como bandos iguales en el conflicto: Armenia está siendo objeto de una agresión.
En segundo lugar, la UE podría impulsar y apoyar una misión de vigilancia en la frontera. La misión civil de la PCSD de la UE es un instrumento pertinente que la UE ha utilizado en contextos similares y puede contribuir en gran medida a estabilizar la situación sobre el terreno.
Una misión de este tipo podría permitir la creación de una zona desmilitarizada para que se cree un entorno propicio para el proceso de demarcación de la frontera. Paralelamente, la UE debería impulsar un proceso de delimitación y demarcación de fronteras lo antes posible, idealmente en el marco de la OSCE.
Por último, pero no por ello menos importante, deberían tomarse medidas decisivas para la devolución de los prisioneros de guerra armenios que siguen detenidos en Azerbaiyán y plantearel problema del discurso del odio promovido por el estado.
Aunque ha habido muchas declaraciones pidiendo a Azerbaiyán que devuelva a los prisioneros de guerra, Azerbaiyán sigue reteniendo a docenas de ellos en violación del derecho internacional humanitario.
A principios de este mes, Azerbaiyán anunció sus planes de borrar las huellas armenias, como los antiguos escritos de las iglesias, lo que fue recibido con cierta indignación. La situación justifica la adopción de medidas más drásticas, incluida la aplicación de sanciones individuales selectivas, así como la condicionalidad de la ayuda, especialmente ante el paquete de ayuda de 2.000 millones de euros aprobado recientemente por la UE.
La UE tiene las herramientas para cambiar la situación, ahora necesita la voluntad.