La amenaza del extremismo de extrema derecha ha sido una preocupación creciente en los últimos años: desde el terreno ganado por mitos conspirativos como el “Gran Reemplazo” y QAnon, hasta el asalto a parlamentos a ambos lados del Atlántico, pasando por el ascenso al poder de partidos de extrema derecha en Europa y en todo el mundo y ataques terroristas de extrema derecha de alto perfil como los de Christchurch, Pittsburgh o Halle.
Dentro de este espacio, las marchas anuales que glorifican el nazismo suponen una amenaza particular.
Cada año se celebran marchas de este tipo en toda Europa, diligentemente organizadas según un calendario predecible y regular. Los neonazis se reúnen para rendir homenaje a los criminales de guerra nazis y a sus colaboradores, desde Benito Mussolini a Rudolf Hess, Ante Pavelić, Hristo Lukov y, por supuesto, Adolf Hitler -a veces con el aval de las autoridades- en actos que se han convertido en rituales del calendario de la extrema derecha.
Veteranos de las Waffen-SS participan a veces activamente en estas marchas, vestidos para impresionar con sus viejos uniformes. Los saludos, símbolos y eslóganes nazis son moneda corriente y a menudo se venden recuerdos nazis.
Aunque la glorificación de los criminales de guerra y los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial suele ser el telón de fondo de estas marchas, nunca se limitan al revisionismo del Holocausto.
Estas marchas tienen un claro objetivo político en la actualidad: la promoción de una identidad supremacista blanca paneuropea que promueve mitos conspirativos, socava la democracia y considera enemigos y amenazas a judíos, musulmanes, romaníes, inmigrantes y refugiados, la comunidad LGBTQI+ y sus aliados.
Mi organización, de B’nai B’rith International, la más antigua organización judía de servicios que en su día fue objetivo explícito de Hitler por su defensa de los ideales universalistas, se asoció con la Fundación Amadeu Antonio, con sede en Berlín, para examinar más de cerca 12 de las marchas más notorias que tienen lugar en toda la UE.
Más allá del omnipresente racismo, antisemitismo y negación del Holocausto documentados, lo que emerge son patrones claros y persistentes.
Tal vez no resulte sorprendente que las marchas sean focos de peligrosos extremistas, ya que muchos activistas de extrema derecha que organizan o asisten a los actos tienen antecedentes penales por delitos graves, como posesión de armas ilegales y terrorismo.
Igualmente preocupante es el nivel de interconexión transnacional entre grupos ultranacionalistas de distintos países. Organizadores de marchas nazis en Alemania, son oradores en otras marchas nazis en Hungría y Bulgaria. Traen activistas de otros países europeos para aprender técnicas de “combate y propaganda”, y planean asistir a conciertos en Bélgica.
Entonces, ¿cómo se permite que persistan afrentas tan evidentes, que suponen una amenaza clara y presente para nuestro sistema democrático?
Para acabar con las marchas anuales que glorifican el nazismo y el fascismo, necesitamos a todo el mundo a bordo.
Herramientas no utilizadas
Una de las principales conclusiones de nuestro informe es que, por lo general, en la Unión Europea ya existen los instrumentos adecuados para poner fin a las marchas nazis.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha confirmado en repetidas ocasiones que las autoridades nacionales pueden restringir los derechos y libertades de quienes abusan de las garantías del Convenio Europeo de Derechos Humanos promoviendo la propaganda nazi o la negación del Holocausto e incitando a la violencia y al odio.
El marco jurídico de la Unión Europea ofrece otro instrumento clave para abordar el fenómeno de las marchas que glorifican el nazismo y el fascismo: la Decisión marco del Consejo relativa a la lucha contra determinadas formas y manifestaciones de racismo y xenofobia mediante el Derecho penal.
La Decisión marco exige, entre otras cosas, que la incitación pública a la violencia o al odio constituya delito en toda la UE. También exige a los Estados miembros que tipifiquen como delito la apología pública o la trivialización flagrante de los crímenes de guerra nazis, el genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad.
Lamentablemente, la falta de una transposición completa y correcta de la Decisión marco ha provocado importantes lagunas.
En muchos países, existe una legislación nacional específica que impediría la celebración de estas marchas. Algunos ejemplos son las Leyes Scelba y Mancino de Italia, la Ley de Memoria Histórica de España y la Ley de Prohibición y la Ley de Símbolos de Austria.
Hace falta voluntad política para poner en práctica estas leyes y dictar prohibiciones demarchas y acogemos con satisfacción cualquier paso en esta dirección.
También reconocemos que esto no es fácil. A menudo se eluden las prohibiciones modificando la intención y el alcance declarados de las concentraciones o el lugar exacto donde se celebran.
En Finlandia, Alemania, Hungría y Bulgaria se han dictado prohibiciones de este tipo, aunque no siempre con eficacia, mientras que España y Austria han declarado su intención de prohibir las marchas que se celebren.
Las fuerzas del orden son necesarias para aplicar correctamente las prohibiciones y vigilar los comportamientos individuales ilegales que tienen lugar en estas concentraciones.
Es necesario que los fiscales y los jueces puedan tramitar rápidamente las denuncias relativas a la incitación al odio o la negación del Holocausto en las marchas, lo que no ha ocurrido hasta la fecha: véase el caso de un juez español que desestimó un caso de grave incitación antisemita en Madrid alegando que “en ambos bandos de la Segunda Guerra Mundial se produjeron comportamientos loables y miserables.”
Como muestra el informe, para combatir con éxito estas marchas se requiere una acción concertada.
Por eso recomendamos un conjunto de acciones que incluyen medidas represivas, pero también de sensibilización y capacitación de policías, jueces y fiscales.
En cuanto a ti y a mí, debemos seguir diciendo alto y claro que no hay espacio para el odio en las calles de Europa.