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Quitar la ciudadanía es un poder que es mejor dejar en los libros de historia

Aunque la ley letona establece que la nacionalidad puede ser revocada si un ciudadano sirve en las fuerzas armadas o en una organización militar de otro país, establece excepciones para varios países.

Ucrania se ha añadido ahora a la lista de países exentos, lo que significa que los ciudadanos letones que se alisten en las fuerzas armadas ucranianas ya no pueden ser privados de la nacionalidad por ese motivo.

Pero la política letona de dar a los ciudadanos letones la seguridad de que no se les retirará la nacionalidad por luchar contra Rusia en Ucrania es una excepción que confirma la regla.

El hecho de que un conflicto armado en otro lugar de Europa haya tenido consecuencias para la ley de ciudadanía letona coincide con la tendencia mundial de las últimas dos décadas de una creciente instrumentalización de la ciudadanía con el pretexto de la seguridad nacional.

Como concluimos en un informe que se publicará la semana que viene, en casi el 80 por ciento de los países del mundo, los ciudadanos pueden ser privados de su ciudadanía por deslealtad, servicio militar o de otro tipo a un país extranjero u otros delitos.

Estas facultades de privación también han aumentado significativamente en el periodo posterior al 11-S.

Nuestros datos muestran que, desde el año 2000, uno de cada cinco países ha añadido nuevos motivos de privación de la nacionalidad relacionados con la seguridad nacional o la lucha contra el terrorismo. Más de la mitad de estos países se encontraban en Europa, lo que la convierte en el epicentro del resurgimiento del interés por la privación de la nacionalidad.

Esta tendencia es preocupante por varias razones.

La ciudadanía como derecho

En primer lugar, la privación de la ciudadanía conduce a la erosión de la ciudadanía como derecho. La mayoría de los poderes de privación se dirigen sólo a ciertas categorías de ciudadanos – por lo general, ciudadanos por naturalización – instituyendo una ciudadanía de segunda clase, condicional, que puede ser retirada sobre la base de decisiones discrecionales del gobierno.

Los nuevos poderes de privación de la nacionalidad aumentan la discriminación directa e indirecta contra las comunidades minoritarias, sirviendo para reforzar y justificar las narrativas racistas, xenófobas y populistas.

En segundo lugar, la alarmante posición de muchos Estados europeos respecto a esta medida también sugiere que la región está olvidando su propia historia oscura asociada a la privación de la nacionalidad, esgrimida en el siglo XX, en particular, por los regímenes totalitarios como arma de exclusión contra los ciudadanos no deseados.

La posible normalización de la desnacionalización como un poder legítimo del Estado sobre sus propios ciudadanos también repercute a nivel internacional en los esfuerzos por proteger el derecho a la nacionalidad y evitar la apatridia.

En tercer lugar, la privación de la ciudadanía perturba invariablemente el orden internacional basado en el derecho.

En nuestro informe, detallamos las historias de dos ciudadanos holandeses desnacionalizados que, sin embargo, fueron deportados a los Países Bajos por Turquía porque seguía considerando que éste era su país de “origen”; un ciudadano francés desnacionalizado que se quedó en el limbo en Francia debido a los obstáculos a la deportación; y un ciudadano australiano desnacionalizado que finalmente fue admitido en Nueva Zelanda (el país de la segunda ciudadanía) en un episodio que provocó tensiones diplomáticas entre los dos estados.

Y la lista continúa.

Falta de datos

Las estadísticas disponibles públicamente indican que el número de personas afectadas sigue siendo bajo (salvo en Bahréin y el Reino Unido, donde las cifras se cuentan por cientos). Sin embargo, la falta de datos exhaustivos sobre la aplicación de las medidas hace que sea difícil calibrar en qué medida se han utilizado en la práctica.

Existen pruebas de que algunos Estados que inicialmente adoptaron facultades de privación de la nacionalidad para hacer frente a la amenaza percibida de los combatientes extranjeros que regresaban de Siria e Irak, han favorecido finalmente la repatriación, la rehabilitación y la desradicalización como respuesta política, optando por asumir la responsabilidad de sus ciudadanos en lugar de exportar el problema.

La última reforma de la ley de ciudadanía de Letonia es un ejemplo de las incoherencias relacionadas con la instrumentalización de la ciudadanía con fines políticos.

Mientras que la posición de un Estado en un conflicto vendrá determinada por su política exterior, los ciudadanos tendrán posiciones y razonamientos muy diversos y contradictorios cuando se enfrenten a la posibilidad de participar en un conflicto armado.

Las aprobaciones estatales generales de las “causas justas” y las prohibiciones de las “causas injustas” despojan al individuo de su capacidad de acción y pasan por alto el hecho de que la gente tendrá buenas y malas razones para unirse al mismo conflicto.

La desproporción y la arbitrariedad del destierro permanente de la comunidad política para algunos, se pone de manifiesto cuando se modifican las leyes paraevitar este mismo destino a los demás.

Como han comentado los expertos en seguridad, la privación de la ciudadanía es una forma de actuar mediante la cual los Estados están esencialmente “evitando la dura, pero necesaria, responsabilidad de tratar con sus propios ciudadanos…”. [… and] sólo creará un mayor peligro en el futuro”.

En su lugar, los Estados deberían relegar por completo este poder a los libros de historia y hacer lo responsable de proteger a los ciudadanos y perseguir las conductas delictivas, incluso cuando las acciones contra los intereses del Estado son delitos penales codificados.

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