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¿Son los poderes Covid de Orban la “nueva normalidad” en Hungría?

Mientras el mundo sigue buscando formas productivas de proporcionar ayuda a los asediados ciudadanos de Ucrania, el gobierno húngaro está utilizando la crisis humanitaria para promover sus propias ambiciones autoritarias.

El 3 de mayo de 2022, el ministro de Justicia húngaro presentó al parlamento la 10ª enmienda de la Constitución de Hungría (también conocida como Ley Fundamental) con un cambio crucial: un nuevo “ordenamiento jurídico especial” que faculta al gobierno a declarar el estado de emergencia “en caso de [an] conflicto armado, guerra o catástrofe humanitaria en un país vecino”.

En caso de guerra activa en una nación limítrofe, la enmienda autorizaría presuntamente al gobierno a sustituir al parlamento y promulgar leyes por decreto que restrinjan los derechos civiles y políticos.

Los actores internacionales, incluida la Unión Europea, deberían ver la expansión de la autoridad ejecutiva con aprensión, dados los objetivos abiertamente antidemocráticos del partido político de derecha dominante en Hungría, la Alianza Cívica Húngara (Fidesz).

Bajo el liderazgo de Viktor Orbán, el partido se ha embarcado en un esfuerzo de una década para irritar las normas democráticas, como la independencia judicial, los derechos de las minorías y la libertad de expresión y asociación.

Existen, en efecto, razones legítimas para declarar emergencias públicas, ya que los ciudadanos deben aceptar ocasionalmente restricciones razonables y bien adaptadas a los derechos fundamentales a cambio de una gestión rápida y eficaz de las graves emergencias nacionales.

Sin embargo, las acciones de Hungría deben ser contextualizadas dentro de su reciente historia de utilizar las crisis transnacionales como pretexto para restringir los derechos humanos.

Lo más destacado es que, en los últimos dos años, el gobierno ha declarado repetidamente el “estado de peligro” debido a la pandemia de Covid-19 y ha aprovechado sus poderes ampliados para dictar restricciones de mano dura claramente dirigidas a frenar la disidencia política.

Entre ellas, la criminalización de la libertad de expresión, ya que se podía multar o encarcelar por el mal definido acto de difundir información falsa “capaz de obstruir la eficacia de los esfuerzos de protección”, y la imposición de nuevos obstáculos a la libertad de los medios de comunicación, ya que el gobierno restringió la capacidad de la prensa independiente para informar sobre la pandemia desde los hospitales.

Uso de Covid para reprimir

Además, mientras que muchos países restringieron razonablemente el derecho de reunión para limitar la propagación de la pandemia, Hungría ha utilizado sus poderes de emergencia para limitar las reuniones como una táctica para atacar a la oposición política.

Por ejemplo, en 2020, se celebró una concentración neonazi sin interferencia policial en una plaza pública abierta, a pesar de que no se siguieron las precauciones de Covid-19; en cambio, cuando la oposición y los diputados independientes organizaron una manifestación “en coche” contra las restricciones relacionadas con la pandemia, el gobierno impuso fuertes multas a los manifestantes, a pesar de que permanecieron en sus vehículos y siguieron las directrices de distanciamiento social.

Aunque el actual estado de emergencia nacional está vigente hasta el 1 de junio de 2022, es insostenible que el gobierno siga justificando la actual orden especial basándose en la pandemia, ya que casi todas las restricciones relacionadas con la Covid ya se han levantado.

Ahora, Fidesz pretende aprobar una enmienda constitucional que autorice el estado de emergencia basado en una guerra en Ucrania que puede prolongarse durante años.

Es evidente por qué Fidesz prefiere actuar mediante procedimientos de emergencia incluso con una amplia mayoría parlamentaria: gobernar por decreto ejecutivo conlleva poco riesgo político, ya que no hay debates sobre propuestas legislativas durante los cuales un partido de la oposición puede desempeñar un papel importante en la formación de la opinión pública.

En cambio, los decretos pueden adoptarse en la sombra y atentar contra los derechos democráticos fundamentales, más allá de lo permitido en circunstancias normales.

Aunque Orbán sostendría sin duda que el Estado de Derecho sigue existiendo en Hungría, la intención del gobierno de modificar la Constitución tiene el claro propósito de envolver las acciones autoritarias de Fidesz bajo el manto de la legalidad.

En realidad, el Estado de Derecho significa algo más que un ejercicio del poder público que se ajusta formalmente a la constitución; significa que el sistema judicial y la constitución sirven como límites efectivos para el poder ejecutivo.

Esto plantea la siguiente pregunta: ¿se ha convertido el estado de emergencia nacional en la nueva normalidad en Hungría?

Dados los recientes acontecimientos, hay que responder a esta pregunta afirmativamente, a menos que el Tribunal Constitucional de Hungría y la Unión Europea frustren la extralimitación del ejecutivo húngaro.

Hasta ahora, el Tribunal ConstitucionalEl Tribunal ha eludido su obligación de servir de control efectivo de la imposición arbitraria del poder ejecutivo. En casos políticamente sensibles, en los que se ha revisado la constitucionalidad de los decretos del ejecutivo, el tribunal ha retrasado deliberadamente la resolución de las demandas hasta la expiración de los decretos, lo que ha dado lugar a la desestimación de las demandas por motivos de procedimiento y no de fondo.

La Unión Europea parece ofrecer un lugar más prometedor para la acción, y recientemente la Comisión de la UE dio el importante paso de activar el artículo 7 del Tratado de la UE, que haría responsable a Hungría de una “deficiencia sistémica” en el Estado de Derecho.

A punto de iniciarse el procedimiento de la Comisión sobre Hungría, las consecuencias de las acciones de Fidesz no pueden ser ignoradas por la UE si se considera que el Estado de Derecho es un valor compartido por sus Estados miembros.

Los activistas de los derechos humanos de Hungría seguirán vigilando la evolución de la ley, documentando el desmantelamiento de la democracia y desempeñando una función de vigilancia crítica en los casos de abusos de poder.

Sin embargo, sin el apoyo de la UE y de la comunidad europea de naciones, no sólo el gobierno húngaro continuará con su acaparamiento de poder, sino que otros estados de la región se envalentonarán para seguir el mismo oscuro camino del autoritarismo.

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