Abcarian: Escándalo, villanía, traición – el informe de la comisión del 6 de enero está repleto de jugosos fragmentos

El informe final del comité del 6 de enero de la Cámara de Representantes es un verdadero regalo para el pueblo estadounidense.

En sus más de 800 páginas, los miembros nos han dado un relato convincente y cronológico de los incidentes que condujeron a uno de los acontecimientos más vergonzosos de la historia estadounidense: el asalto al Capitolio por parte de partidarios violentos y equivocados del presidente Trump, que operaban bajo la falacia de que había ganado las elecciones de 2020.

He aquí la prueba, para quienes se perdieron (o quisieron ignorar) las audiencias televisadas del comité, de que Trump sabía que había perdido, pero no pudo soportar la humillación y se dispuso a asegurarse al menos otros cuatro años en el cargo. ¿Quién sabe qué otros horrores podría haber infligido a nuestra Constitución si su golpe hubiera tenido éxito?

Oscuros pero entretenidos chismes salpican todo el informe, que pone la culpa última de los terribles acontecimientos a los pies de Trump.

Por ejemplo, ¿sabías que el sucio embaucador político Roger Stone acuñó la frase “Stop the Steal”? No en 2020, ojo, sino en 2016, cuando pretendió que el candidato Trump Republicano rivales intentaban robarle la nominación. O que el provocador de derechas Ali Alexander, frecuente colaborador de Stone, lanzara el ahora desaparecido sitio web de eventos wildprotest.com en diciembre de 2020, justo después de que Trump tuiteara su invitación al mitin del 6 de enero? ¿O que Julie Fancelli, la heredera de 72 años de la fortuna del supermercado Publix, se ofreció a gastar 3 millones de dólares para pagar a los oradores y transportar a los manifestantes a Washington el 6 de enero?

Esas historias pertenecen al capítulo 6, “Estar allí, ¡será salvaje!”. El capítulo examina los grupos fascistas nacionalistas blancos -los Proud Boys, los Oath Keepers, los Three Percenters, los Groypers, los seguidores de QAnon- que consideraron la invitación de Trump a Washington como una llamada a la violencia y la oportunidad de rehacer Estados Unidos en alguna versión demente de la grandeza que nunca fue.

Eran, por supuesto, completamente delirantes sobre muchas cosas: que las elecciones habían sido robadas, que el vicepresidente Pence podía negarse a certificar sus resultados, que Trump podía permanecer en el cargo con su ayuda, que escaparían de la ira del sistema judicial.

Por ejemplo, Stewart Rhodes, el sedicioso convicto que fundó los Oath Keepers, dijo al comité que creía que Trump podría haber movilizado a “milicias no organizadas” como los Oath Keepers para reprimir una insurrección si intentaba permanecer en el poder después de perder las elecciones.

“Esta fantasía reflejaba un sentido deformado de la realidad”, escribió el comité en su informe. “Los propios Guardianes del Juramento eran los que contemplaban la insurrección”.

Pruebas: En un mensaje a sus colegas, citado en el informe, Rhodes escribió: “O Trump mueve el culo y utiliza la Ley de Insurrección para derrotar el golpe de la marioneta de Chicom o tendremos que levantarnos en insurrección (rebelión) contra la marioneta de Chicom, Biden. Elige lo que quieras”. (“Chicom” = Comunista Chino.)

Mientras leía el capítulo 6, me di cuenta de que los falsos patriotas como Rhodes, que se enfrenta a 20 años de prisión federal, no son más que ridículas reinas del drama. Se han convencido a sí mismos de que están salvando la Constitución (de la democracia, supongo), cuando en realidad están forrando sus jaulas de pájaros con ella. Se imaginan a sí mismos luchando contra las fuerzas del mal para inflar su autoestima. Serían risibles si no fueran tan peligrosos. (Y bien armados: Rhodes, dice el informe, “amasó un arsenal de armas y equipo de grado militar en los días previos al 6 de enero” y lo escondió en un hotel a las afueras del Distrito de Columbia).

En otro ejemplo de ironía de destructores que se hacen pasar por salvadores, el informe señala que los Proud Boys y su líder Enrique Tarrio se imaginaron que estaban recreando la Revolución bolchevique de 1917. Lanzaron el grito de guerra “Asaltad el Palacio de Invierno”, en alusión a la caída del zarismo ruso. Como señala el comité del 6 de enero en su informe, aquel acontecimiento condujo a más de 70 años de régimen comunista.

“Ningún acontecimiento histórico ha sido menos americano”, señala secamente el comité. (La selección del jurado en el juicio de Tarrio por conspiración sediciosa está en marcha en Washington).

Los mensajes en Internet sobre lo que ocurriría el 6 de enero estaban plagados de predicciones de violencia.

“Puedes ir a Washington el 6 de enero y ayudar a asaltar el capitolio”, escribió un usuario en el sitio web de QAnon 8kun. “Asaltaremos los edificios gubernamentales, mataremos policías, mataremos guardias de seguridad, mataremos empleados y agentes federales y exigiremos un recuento”.

Leyendo sobre los guerreros ilusos del 6 de enero, me acordé de uno de los grandespersonajes literarios: Don Quijote, el hombre de La Mancha.

Hace cuatrocientos años, Miguel de Cervantes lo inventó, un hidalgo humilde cuyo amor por el romance y la caballería le lleva a fantasear que es un caballero andante, cabalgando por la campiña española en su vieja bruja, que él imagina que es un noble corcel, en busca de extravagantes aventuras y gloria. Entre sus muchas hazañas equivocadas, confunde molinos de viento con gigantes a los que debe matar con su espada.

Es un gran personaje, pero también un loco, un paranoico incapaz de distinguir entre la realidad y su imaginación febril.

Este tipo de paranoia y engrandecimiento, sin nada del entrañable romanticismo de Don Quijote, sigue vivo en los Roger Stones, Stewart Rhodes, Enrique Tarrios y los muchos, muchos otros insensatos que participaron en la insurrección del 6 de enero.

En cuanto al hombre de Mar-a-Lago, sigue luchando contra molinos de viento, fingiendo que ganó las elecciones, fantaseando con volver a gobernar la tierra. Esperemos que pueda hacerlo desde la cárcel.

@AbcarianLAT

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