A nuestros adversarios se les llena la boca cuando se trata de reprocharnos al Partido Popular Europeo (PPE).
Nos acusan de vulnerar el Estado de Derecho, de estar en contacto con fuerzas antidemocráticas, de oprimir la libertad de expresión y de los medios de comunicación. No sólo manipulan la realidad, sino que, a toda costa, se niegan a volverse hacia dentro, a aplicar la autocrítica y a ver el sesgo: su propio doble rasero.
¿Por qué es aceptable que los socialistas europeos protejan a sus amigos malteses vinculados al asesinato de la periodista Daphne Caruana Galizia? ¿Y por qué hacen la vista gorda ante los errores de los socialistas eslovenos y de la extrema izquierda, que entre otras cosas culpan a Estados Unidos y a la OTAN, y no a Putin, de la guerra rusa en Ucrania?
Nuestros amigos de otros partidos y grupos políticos en el Parlamento Europeo son demasiado conscientes de sus incoherencias. Sin embargo, han hecho su misión de esconderse detrás del populismo, los titulares de los periódicos y los giros políticos fáciles para avergonzarnos. Pretenden ser justos pero son hipócritas.
Hace falta poco esfuerzo y una pequeña mirada fuera de la caja llena de sus acusaciones superficiales para ver que el PPE no es el enemigo. En Eslovenia, por ejemplo, está en marcha un golpe de estado. Con el pretexto de despolitizar la televisión nacional y defender la libertad de expresión, la guarnición gobernante de extrema izquierda está cambiando las leyes para permitir los nombramientos escrupulosos.
Los cambios, que decapitarían por completo a la actual dirección de la televisión nacional eslovena, tienen como objetivo excluir a los electores de la participación en la gestión de la televisión pública. Su participación no es directa, sino que a través del voto de su representante elegido en un Parlamento democrático, los eslovenos han tenido la oportunidad de mantener la emisora nacional bajo control y equilibrada. Con los cambios adoptados por los partidos en el poder, esto está a punto de serles arrebatado, mientras que la cuota mensual obligatoria que pagan para ver la programación, va a permanecer.
Por eso nos preguntamos, ¿la libertad de expresión es sólo un derecho de las fuerzas políticas de izquierda?
Nosotros, como PPE, queremos y siempre fomentaremos cambios en cualquier comportamiento, compostura o ley, si es antidemocrática, pero esos cambios deben basarse en el debate público y el diálogo social.
Cuando las decisiones, como la relativa a la radiotelevisión pública eslovena, se hacen a escondidas de los ojos del público, mediante un procedimiento de urgencia, previsto exclusivamente para casos de catástrofes naturales y de guerra, uno no puede dejar de preocuparse. ¿Las libertades de quién defienden esas élites? Ciertamente no son las libertades de más de 50.000 personas que firmaron bajo la decisión de la oposición eslovena del PPE para desafiar esos cambios en público, en un supuesto referéndum.
Tal vez un recordatorio está en su lugar. Si dejamos de lado por completo la introspección, el autocontrol y la autocrítica, puede que también tengamos que denunciar nuestro derecho a criticar, y no digamos a la basura, a nuestros oponentes.
Lea la respuesta a este artículo de opinión de los copresidentes de La Izquierda, Martin Schirdewan y Manon Aubry, aquí.