Las guerras han sido a menudo catalizadores de nuevas iniciativas europeas de defensa.
En 1950, el inicio de la Guerra de Corea y el temor a una invasión soviética de Europa Occidental dieron lugar al proyecto, inspirado por Francia, de un ejército europeo totalmente integrado.
Después de la Guerra Fría, la experiencia de los Estados europeos en las crisis de los Balcanes occidentales en Bosnia y Kosovo alentó el nacimiento de la política común de seguridad y defensa de la UE.
Más recientemente, la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014 estimuló en gran medida el proceso que llevó a la Comisión Europea del ex presidente Jean-Claude Juncker a proponer, en septiembre de 2016, la creación de un Fondo Europeo de Defensa (FED), finalmente adoptado en 2021, con el objetivo de financiar la investigación y el desarrollo en materia de defensa a través del presupuesto de la UE.
Sin embargo, el artículo 41.2 del Tratado de la UE prohíbe el uso del presupuesto de la UE para los gastos de defensa; el FED se detiene, por tanto, en la fase de prototipo, dejando la fase de adquisición a la exclusiva responsabilidad de los Estados miembros.
¿Podría la actual guerra de Ucrania abrir una nueva página en la integración europea de la defensa?
El libro blanco de la defensa de la UE, la Brújula Estratégica, adoptado el 24 de marzo, pide un “salto cualitativo”. Si la UE no es audaz y ambiciosa ahora, ¿cuándo lo será?
En los días siguientes a la invasión rusa, muchos gobiernos nacionales anunciaron un aumento de sus presupuestos de defensa, empezando por Alemania.
Este contexto representa una oportunidad única, ya que la mayoría de los Estados miembros adquirirán nuevos equipos militares al mismo tiempo, en respuesta a la misma amenaza.
En la cumbre de la UE celebrada los días 10 y 11 de marzo en Versalles (Francia), los jefes de Estado y de Gobierno acordaron no sólo aumentar sus inversiones en defensa, sino también desarrollar nuevos incentivos para estimular las adquisiciones conjuntas.
Se trata de una cuestión crucial. Mientras que el ejército ruso sólo utiliza un tipo de carro de combate principal, los ejércitos de la UE tienen 17 modelos diferentes. Esta fragmentación aumenta los costes de producción, socava la interoperabilidad entre las fuerzas europeas y supone división y debilidad.
En un momento en que la UE es capaz de suministrar 1.500 millones de euros en armas a Ucrania, resulta ridículo y anacrónico que todavía se abstenga de financiar armas para sus propios Estados miembros.
En la práctica, los componentes de investigación y desarrollo del FED deberían complementarse con un Fondo Europeo de Adquisición de Defensa equivalente.
Por ejemplo, los proyectos de adquisición de defensa se beneficiarían de una subvención del 20 por ciento de la UE según tres criterios de elegibilidad.
El primero de ellos podría ser la adquisición prioritaria: el proyecto debería corresponder a una prioridad reconocida por la UE o la OTAN para animar a los Estados miembros a centrar las inversiones en carencias clave.
El segundo criterio podría ser la adquisición en colaboración: al menos tres Estados miembros deberían pedir el mismo equipo para promover la interoperabilidad entre las fuerzas europeas y generar economías de escala.
Y el último sería la adquisición europea: siempre que sea posible, los equipos deberían fabricarse en Europa para promover la consolidación de una base tecnológica e industrial de defensa europea y la autonomía estratégica de la UE.
La actual asociación franco-belga para la adquisición conjunta de vehículos militares terrestres demuestra que las adquisiciones conjuntas pueden generar múltiples efectos indirectos, dando lugar no sólo a programas de formación y ejercicios conjuntos, sino también a la elaboración conjunta de doctrinas.
En última instancia, la adquisición conjunta puede ser el punto de partida de una verdadera integración de fuerzas.
Yendo más allá, la UE debería considerar no sólo subvencionar las adquisiciones de los Estados miembros, sino también adquirir sus propias capacidades militares.
Por ejemplo, la UE podría financiar la creación de bases militares europeas conjuntas (o eurobases) y preposicionar en ellas vehículos y reservas de equipos y municiones.
En Europa central, las eurobases contribuirían a reforzar la defensa de la Unión y facilitarían el despliegue rápido y la preparación de las tropas en el este en caso de crisis.
En otras regiones estratégicas, podrían utilizarse para señalar la presencia y la solidaridad europeas. Mientras que los franceses e italianos ya tienen una base en Yibuti, una Eurobase allí podría ser el ancla de una ambiciosa estrategia de la UE en el Indo-Pacífico.
Tratado de la UE
El principal obstáculo legal para estos proyectos reside en el artículo 41.2 del Tratado de la UE, que impide utilizar el presupuesto de la UE para gastos de defensa.
Una primera opción sería utilizar el Fondo Europeo para la Paz (FEP), el mecanismo que se está utilizando para financiar el equipo militar enviado a Ucrania. Como el FEP es extrapresupuestario, el artículo 41.2 quedaría totalmenterespetado.
Sin embargo, para garantizar las inversiones en defensa a largo plazo, sería útil poder recurrir al presupuesto de la UE, por ejemplo, a través de los fondos del plan de recuperación de la UE de próxima generación.
Esto podría hacerse -sin pasar por un engorroso proceso de revisión del tratado- activando el artículo 42.2.
Este artículo establece que los Estados miembros pueden, mediante una decisión del Consejo Europeo ratificada por los parlamentos nacionales, establecer una “defensa común”.
En este marco, sería posible precisar el alcance del artículo 41.2 y autorizar explícitamente determinados gastos de defensa con cargo al presupuesto de la UE.
Una decisión de los miembros de la UE de adoptar una “defensa común” también enviaría una señal muy fuerte de cohesión y determinación a Rusia.
La invasión rusa de Ucrania es el mayor golpe a la seguridad europea desde el final de la Guerra Fría. La respuesta de la UE debe estar a la altura de este desafío.