Este invierno, los tiempos son difíciles para millones de europeos. Tres de cada cuatro personas están recortando sus gastos cotidianos, incluidos los de alimentación. La crisis energética y del coste de la vida está provocando protestas.
Pero hay un sector en el que las cosas parecen sospechosamente prósperas: los balances de los gigantes de los combustibles fósiles. A medida que los precios de los fósiles se han disparado, sus márgenes han crecido.
Sólo Shell, TotalEnergies, Eni y Repsol han registrado 77.900 millones de euros de beneficios hasta septiembre de este año. En un momento en que las facturas de energía de los consumidores se han disparado en porcentajes de dos dígitos, esto equivale a una importante redistribución de la riqueza de los ciudadanos a las empresas.
Ningún político debería querer presidir esto. Para solucionarlo, la UE debe aplicar políticas que protejan a los ciudadanos y reduzcan nuestra dependencia de los combustibles fósiles, como la aplicación de un impuesto efectivo sobre las ganancias inesperadas de los gigantes del petróleo y el gas, la limitación de los precios del gas, una nueva inversión pública en energías renovables y un despliegue masivo de aislamiento de los hogares para los que ya tienen dificultades.
Pero para lograrlo, los responsables políticos deben superar un importante obstáculo: la enorme influencia del lobby de los combustibles fósiles en sus decisiones.
En el Consejo de Energía de la UE de esta semana, los dirigentes estudiarán si se mantienen las ayudas a la factura energética más allá de este invierno. Si los precios del gas siguen siendo elevados, no cabe duda de que hay que apoyar a quienes tienen dificultades para pagar sus facturas, pero la gran pregunta es quién paga: ¿los gobiernos endeudados o la industria de los combustibles fósiles, cada vez más rica? Bajo la presión del lobby del gas, será la próxima prueba de qué lado están realmente los responsables de la toma de decisiones: ¿la gente o los contaminadores?
Pero la verdadera historia que se esconde detrás del aumento vertiginoso de los beneficios de los combustibles fósiles este año es la de los fuertes grupos de presión.
Una investigación del Corporate Europe Observatory revela que los grupos de presión del petróleo y el gas han disfrutado de un acceso sin precedentes a la toma de decisiones europea. Como resultado, una serie de decisiones críticas sobre impuestos, infraestructuras energéticas y regulación han puesto los beneficios de la industria de los combustibles fósiles por encima de los intereses de millones de personas en riesgo de pobreza energética en Europa.
Desde febrero, el mes en que Rusia invadió Ucrania, hubo más de 100 reuniones entre la industria de los combustibles fósiles y los dirigentes de la Comisión Europea, lo que equivale a una cada dos días. La presidenta de la Comisión, Von der Leyen, se reunió varias veces con los directores generales del sector del petróleo y el gas mientras formulaba la respuesta energética del bloque a la crisis de Ucrania. Como era de esperar, se le advirtió que no debía “juguetear” con el mercado y los precios máximos, y se le aconsejó sobre qué medidas eran “factibles”.
Ahora, un nuevo grupo de trabajo repleto de grupos de presión amenaza con hacer permanente esta influencia.
Ofreciendo ayuda
El nuevo Grupo Asesor de la Industria de la Plataforma Energética de la UE tiene la tarea de sacar al continente del gas ruso y está formado exclusivamente por prácticamente todas las corporaciones importantes de petróleo y gas de Europa, así como por sus asociaciones comerciales.
No hay ni una sola voz de interés público en el grupo: no hay organizaciones que representen a los pobres energéticos, ni a los trabajadores, ni al clima ni a la biodiversidad. Las actas de las reuniones dejan claro que el lobby del gas fue quien propuso esta idea: los directores generales presentaron el grupo consultivo bajo el lema de “ofrecer ayuda”.
Los resultados de esta influencia desmesurada han sido catastróficos.
En primer lugar, ha empeorado la dependencia europea del gas. Los grupos de presión de los combustibles fósiles han presionado con éxito para conseguir un apoyo público masivo a las nuevas importaciones de gas y a las nuevas infraestructuras, incluyendo una propuesta de 300 nuevos proyectos de gas en los próximos diez años. Esto nos hará seguir dependiendo del errático mercado de los combustibles fósiles, aumentando los beneficios y las facturas de energía de los ciudadanos. Si la UE se aleja de los combustibles fósiles, esto también bloqueará miles de millones de euros en infraestructuras inútiles mientras desvía la inversión de las energías renovables.
En segundo lugar, ha retrasado las medidas para reformar los mercados energéticos. Medidas débiles como los ambiciosos impuestos sobre las ganancias inesperadas o los topes de precios han permitido a los gigantes fósiles aumentar sus beneficios y evitar pagar la factura de una crisis energética que ellos mismos han provocado. La llamada “contribución solidaria” de la UE a las empresas de petróleo y gas parece cada vez más una medida simbólica. Los ingresos previstos ni siquiera cubrirán los 29.000 millones de euros de los que se benefician las petroleras en forma de recortes de los impuestos sobre el combustible.
Si la UE escuchara a los grupos de pobreza energética, a los sindicatos, a los organismos de control de los consumidores o a las ONGs del clima en lugar de a los grupos de presión del petróleo y el gas, no estaríamos en este lío. Por eso necesitamos una política sin fósiles.
Sin ella, los responsables de la UE sólo empeorarán la situación energéticay la crisis del coste de la vida. Las facturas subirán, la transición justa será más difícil, una pequeña élite se enriquecerá, y no nos engañemos, la gente de toda Europa ya ha descubierto quién es el culpable: la industria de los combustibles fósiles y los responsables de la toma de decisiones con los que se acuestan.