La credibilidad de Michel de la UE en juego en el conflicto del Cáucaso

Hace menos de dos semanas, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, reunió a los jefes de Estado de ambos países y luego emitió una declaración muy detallada sobre lo bien que fue la reunión.

  • Combates en Agorno en 2017 (Foto: nkrmil.am)

No solo fue “abierta y productiva”, dijo, sino que también agregó que ambas partes “acordaron intensificar el trabajo sustantivo para avanzar en un tratado de paz… y reunirse dentro de un mes para trabajar en los proyectos de texto.”

Estos avances, anunciados públicamente, ponen en juego la credibilidad de Michel a la hora de forjar una paz duradera entre azeríes y armenios. Además, es una prueba de la capacidad de la UE como mediador creíble, capaz de desconfigurar a las partes en su propio patio trasero. Si tiene éxito, sería una victoria diplomática espectacular en el ámbito postsoviético.

La esperanza de que eso ocurra se ha desvanecido esta semana. Azerbaiyán lanzó una ofensiva contra Armenia, desencadenando un combate que dejó cientos de muertos en tres días y aumentó la animosidad entre los estados del Cáucaso Sur.

¿Qué fue lo que falló?

En términos de cambios cinéticos, Azerbaiyán pareció tomar una clara decisión, utilizando su poder militar superior para presionar sus intereses por la fuerza.

“Bakú parece estar montando grandes operaciones militares para imponer su posición”, tuiteó Laurence Broers, miembro asociado de Chatham House, mientras se desarrollaba la violencia de esta semana.

Algunas de las demandas armenias en el proceso de negociación, como el estatus especial para los armenios étnicos de Nagorno-Karabaj, chocaron con la sensibilidad de Azerbaiyán.

Además, Azerbaiyán ha querido que Armenia conceda un corredor peculiar que atraviesa el territorio armenio: una carretera controlada por Bakú, que permite el tráfico entre Turquía y Azerbaiyán sin trámites aduaneros, controles de seguridad ni acceso por parte de Armenia.

Armenia no ha aceptado, ofreciendo como mucho abrir sus propias carreteras a Turquía y Azerbaiyán, con la supervisión normal de una nación soberana.

Armenia ve las demandas de Azerbaiyán de un corredor especial como una forma de reclamar una franja de tierra que separa el norte y el sur de Armenia, una vivisección territorial.

Geopolíticamente, las condiciones para una ruptura estaban maduras.

La agitación en torno a la guerra de Ucrania arrojó una niebla sobre este conflicto más pequeño y largamente latente, que tiende a estallar cuando el mundo está distraído en otros lugares. El poder de Rusia como garante de la seguridad, con botas de mantenimiento de la paz sobre el terreno, se ha visto erosionado, al menos en parte, por sus compromisos y pérdidas en Ucrania.

La apuesta muy pública de la UE por comprar más petróleo y gas a Azerbaiyán parece haber envalentonado a Bakú al amortiguar las posibles consecuencias económicas de una acción militar.

Desde el punto de vista diplomático, la situación es más matizada.

Como mediadora, la UE intenta tener éxito donde el Grupo de Minsk de la OSCE fracasó. Este mecanismo de consolidación de la paz, copresidido por Estados Unidos, Francia y Rusia, se puso en marcha en los albores del conflicto de Nagorno-Karabaj en 1992.

La falta de avances durante años de conversaciones, seguida de una guerra total en 2020 entre armenios y azeríes, hizo que el formato del Grupo de Minsk quedara en gran medida sin efecto.

También puso a Rusia, el país más comprometido en las conversaciones de desconflicción durante la guerra de 2020, en una posición dominante. Moscú negoció un alto el fuego y envió nuevas fuerzas a Nagorno-Karabaj con un mandato de mantenimiento de la paz de cinco años, renovable.

Esto dio a Rusia una nueva sensación de propiedad geopolítica sobre el asunto, una sensación cómoda, dado su dominio de 70 años sobre Armenia y Azerbaiyán durante su etapa soviética.

Putin ‘como árbitro’

Desde 2020, el presidente Vladimir Putin ha convocado en repetidas ocasiones a los líderes de Armenia y Azerbaiyán, situándose como el árbitro que tiene cartas para jugar con cada una de las partes. Pero aún no ha resuelto los problemas que provocan los enfrentamientos sobre el terreno.

El compromiso activo más reciente de Michel -su reunión del 31 de agosto con los jefes de Estado fue la cuarta de la serie- sirvió como un proceso diplomático paralelo, incluso rival, al diseñado por Moscú.

Al menos así lo percibió Rusia.

“Uno de los objetivos de la UE es expulsar a Rusia del Cáucaso Sur. Por eso intenta interferir en las relaciones trilaterales entre Rusia, Azerbaiyán y Armenia”, declaró el 14 de septiembre Denis Gonchar, jefe del departamento de países de la CEI en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia.

La rivalidad no ayuda a que Rusia y el bloque occidental apenas se hablen.

Tradicionalmente, el mantenimiento y el avance de la paz en el Cáucaso Meridional era un objetivo en el que todas las potencias podían estar de acuerdosobre. Ahora hay múltiples vías de negociación -la UE, Rusia y la OSCE- que abordan la misma cuestión. Todavía no está claro cómo avanzará ninguna de ellas.

“Tenemos dos mediadores: Rusia, con un palo roto y sin zanahorias, y la UE, que tiene zanahorias pero no palos. Esto está generando un vacío de seguridad”, dijo Broers a CivilNet TV.

Si la UE quiere avanzar en la estabilidad del Cáucaso Meridional tendrá que encontrar la manera de reconstruir esta dinámica.

Esto significa encontrar las fuentes de poder -diplomáticas, económicas o de otro tipo- para satisfacer sus ambiciones como agente de paz global. Es una prueba de fuego para saber si la UE tiene algún peso geopolítico y una diplomacia eficaz en el orden mundial actual.

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