Mientras los jefes de Estado europeos y africanos se reúnen en Bruselas hoy y mañana (17 y 18 de febrero) para debatir la profundización de los lazos -incluidos los temas candentes del acceso equitativo a las vacunas y tratamientos Covid-19 y la necesidad de fabricar medicamentos en África-, nosotros, como científicos africanos y europeos, creemos que hay otro tema que debería figurar en el orden del día: el desarrollo de una sólida infraestructura de investigación clínica en todo el continente.
Esto es fundamental, no sólo para estar preparados para futuros brotes de enfermedades, sino también para apoyar los objetivos de la cumbre de construir una prosperidad duradera en toda África.
Los enfoques anticuados de la cooperación científica, heredados de la época colonial, no funcionarán. Y la cumbre UE-UA representa una oportunidad histórica para hacer las cosas de otra manera, debatiendo la inversión en infraestructuras científicas en África.
Hablamos con la confianza de los investigadores que han sido testigos de los extraordinarios logros de los científicos africanos que, con una infraestructura de investigación adecuadamente dotada, han demostrado sobradamente sus capacidades.
Pero a lo largo de la pandemia de Covid-19, también hemos observado con consternación la falta de inversión y coordinación mundial adecuada en áreas clave para atender las necesidades sanitarias de las comunidades africanas. Menos del seis por ciento de los ensayos clínicos de Covid-19 en todo el mundo se han llevado a cabo en África.
Esta historia no es nueva. El continente africano alberga alrededor del 15 por ciento de la población mundial y el 25 por ciento de la carga de enfermedad global. Sin embargo, sólo el 1,1% de la inversión mundial en investigación y desarrollo (I+D) en materia de salud se destina a África.
Este desequilibrio aumenta el riesgo de fuga de cerebros de los científicos africanos con talento, que no tienen más remedio que ejercer sus habilidades fuera del continente en entornos de investigación con mejor financiación y equipos más modernos. .
Covid-19 ha destacado la importancia de crear una infraestructura de investigación clínica africana para apoyar la respuesta y la preparación ante una pandemia.
Los Centros de Control de Enfermedades de África (CDC), con sede en Etiopía, han desempeñado un papel importante en la coordinación de los esfuerzos de control de la pandemia. Hemos visto cómo los países africanos con una fuerte capacidad de investigación médica estaban mejor preparados para responder a Covid-19.
Por ejemplo, Botsuana fue el primer país capaz de detectar la aparición de la variante Omicron, gracias a sus capacidades de secuenciación.
Por ello, invertir ahora para reforzar las plataformas de investigación colaborativa con base en África y dirigidas por ella es una medida inteligente. La verdadera preparación para una pandemia mundial requiere redes sólidas de vigilancia y control de las enfermedades infecciosas en todo el mundo, incluso en el Sur Global.
Reforzar la infraestructura de investigación africana permitirá al continente -y al mundo- responder más eficazmente cuando se enfrente a la próxima amenaza infecciosa.
La buena noticia es que los conocimientos y la experiencia en investigación médica en África son abundantes; sin embargo, a menudo faltan los recursos y las plataformas necesarias para reunir ese talento.
El ébola y África occidental
En el caso de las enfermedades para las que existen estas plataformas, se ha producido un impresionante historial de éxitos. Un ejemplo destacado es la respuesta a la crisis del ébola de 2014-2016 en África occidental, en la que las redes africanas y mundiales se movilizaron rápidamente para llevar a cabo una sólida investigación sobre la vacuna en uno de los entornos sociales y médicos más difíciles a los que se han enfrentado los investigadores.
O la República Democrática del Congo (RDC), donde los científicos han llevado a cabo ensayos clínicos con los más altos estándares internacionales en zonas extremadamente remotas y en condiciones difíciles. Los revolucionarios medicamentos que han desarrollado para una enfermedad olvidada llamada “enfermedad del sueño” han ayudado a la RDC a prever la eliminación de una enfermedad que mató a cientos de miles de personas en el siglo pasado.
El consorcio ANTICOV es otra iniciativa de investigación médica en colaboración en África, que ahora está probando tratamientos para pacientes con Covid-19 de leve a moderada en 13 países africanos, con investigadores de las principales instituciones africanas en el asiento del conductor.
ANTICOV podría verse como un ejemplo de las plataformas de investigación más amplias que pedimos para conectar las instituciones científicas y de salud pública, garantizar que la investigación sea relevante para las necesidades de los diferentes países, apoyar un desarrollo más rápido de los tratamientos y las herramientas de prueba, y más tarde proporcionar una respuesta rápida a los futuros brotes de la enfermedad.
Competencia, compromiso… pero frustración
A partir de los éxitos del pasado, creemos que la creación de una red clínica de este tipo está a nuestro alcance. Sin embargo, para estar seguros de lograrlo, necesitamos que se mantengala inversión en los recursos humanos y técnicos necesarios para garantizar que las plataformas sean flexibles, autónomas, capaces de responder rápida y eficazmente a los brotes emergentes, y capaces de apoyar los esfuerzos para abordar las prioridades sanitarias en curso en todo el continente.
Vemos una enorme competencia y compromiso entre los científicos africanos, pero también la frustración y la ansiedad que supone no tener todas las herramientas necesarias para responder a futuras crisis sanitarias. Con recursos dedicados y voluntad política, creemos que el futuro de la investigación médica en el continente podría ser brillante.
Necesitamos que los responsables europeos y africanos que se reúnen esta semana en Bruselas vean y aprovechen este potencial, promuevan la excelencia científica y contribuyan a un futuro saludable compartido para todos nosotros.