Opciones contrapuestas para la ampliación de la UE

La “ampliación”, antes percibida como la herramienta más poderosa de la política exterior de la UE, se ha convertido últimamente en una mera fuente de frustración para los países que desearían ingresar en el club.

Con la recomendación de la Comisión Europea de conceder el estatus de candidatos a Ucrania y Moldavia, y potencialmente a Georgia en el futuro, la política de ampliación vuelve a estar en la agenda. Sin embargo, no se trata sólo del Trío de Asociación.

La reunión de los líderes de la UE y los Balcanes Occidentales celebrada el jueves (23 de junio) -antes de la cumbre de la UE en pleno- también marcó la pauta en lo que respecta al camino de los países de los Balcanes Occidentales hacia la UE.

Pero además de las discusiones relacionadas con la política de ampliación, surgen diversas ideas de acuerdos institucionales complementarios para todo el continente. Tenemos la Comunidad Política Europea del presidente francés Emmanuel Macron, la Comunidad Geopolítica Europea del presidente del Consejo Europeo Charles Michel y la Confederación Europea del ex primer ministro italiano Enrico Letta, entre otras.

Estas propuestas están abiertas a la discusión en detalle.

En la actualidad, la UE tiene tres tareas urgentes en lo que respecta a la Europa ampliada: avanzar en los procesos de los países candidatos; asegurar la cooperación mediante una integración transitoria y acuerdos institucionales complementarios mientras tanto; y reformar la UE cuando sea necesario.

Las tres tareas son piezas diferentes de un rompecabezas más amplio. Hoy en día, la dicotomía entre democracias y autocracias es cada vez más visible en la Europa ampliada. Si la Unión Europea quiere recuperar su capacidad para dar forma al continente y definir las fronteras de la democracia y la buena gobernanza, es hora de revalorizar la política de ampliación y empezar a pensar en acuerdos institucionales complementarios.

Para ello, la Unión Europea también debería aumentar su capacidad de absorción mientras tanto. Es primordial recordar que todos estos pasos no son un favor a los países (potencialmente) candidatos, sino un replanteamiento inclusivo del continente para garantizar la cooperación para afrontar los retos comunes.

Además, hay que subrayar en este punto que, para que el estatus de candidato y las negociaciones de adhesión funcionen como verdaderos fertilizantes de la reforma democrática, debe haber luz al final del túnel.

Perspectivas creíbles = pasos concretos

Sólo una perspectiva creíble de futura adhesión puede conducir a reformas duraderas. Además, el concepto de integración transitoria, que convierte inmediatamente esa sala de espera en una herramienta de acercamiento, será igualmente importante.

Si se pudieran ofrecer beneficios concretos a corto plazo – más allá de los acuerdos de asociación ya existentes de los países candidatos -, el fomento de la democracia podría ser más alcanzable.

Para que esta sea la visión, necesitamos un cambio de mentalidad. La cuestión es que hoy en día la ampliación se percibe sobre todo como un favor a los países candidatos. Por ello, la capacidad de absorción de la UE (que sin duda es una consideración importante y se menciona en los criterios de Copenhague) se utiliza con frecuencia como argumento en contra de la adhesión.

Los aspectos relacionados con la promoción de la democracia, la buena gobernanza y la posibilidad de una mejor cooperación en política exterior y de seguridad no son necesariamente considerados como primordiales por muchos en la UE.

Una de las razones principales es que el retroceso democrático en algunos Estados miembros de la UE -principalmente Hungría y Polonia- desalienta la inversión en la región en forma de adhesión a la UE. Esta percepción tiene que ser cuestionada si la UE quiere seriamente ser un actor geopolítico.

Es importante entender que hoy en día, repensar la Europa ampliada no sólo tiene que ver con el futuro europeo de los países candidatos, sino también con la capacidad de la UE para dar forma a su continente. Ha sido gracias a la integración europea y a la alianza transatlántica que muchos países han hecho avanzar sus democracias en el siglo XX. Ahora es el momento de extender este modelo a más países.

Hoy, la guerra de agresión de Rusia tiene lugar para desafiar la existencia de Ucrania y su camino hacia un modelo más democrático. Esta guerra es también una guerra de modelos. La capacidad de la UE para actuar de acuerdo con esta realidad marcará el futuro del continente. Si los países candidatos se acercan a la Unión, la resistencia colectiva del continente aumentará.

Hoy en día, trabajar en una Europa más amplia no es una opción, sino una necesidad. Si la Unión Europea quiere seguir transformando los países del continente, ampliar su modelo de gobernanza, fomentar las reformas democráticas y asegurar la cooperación, tiene que realizar varias tareas. Si se trata de una competencia geopolítica, la UE sigue teniendo muchos atractivos que ofrecer. Sólo debe hacer que su oferta sea tangible y real.

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