¿Hacer lo que digo, no lo que hago?
Lo que estoy a punto de hacer es darle a la diputada Marjorie Taylor Greene justo lo que quiere: atención.
Lo que estoy diciendo, sin embargo, es esto: Ignorémosla (a partir de ahora). O, para usar las propias palabras de Greene, tengamos “un divorcio nacional” de ella.
En poco más de un mandato en el Congreso, Greene se las ha arreglado para convertirse en la cara, si no en la líder de facto, de la nueva mayoría republicana de la Cámara de Representantes. El Congreso, su partido y la nación han empeorado por ello.
Por ejemplo, su discurso tonto y divisivo sobre un divorcio nacional. Seguramente ya habrán oído, dada la desmesurada cantidad de tinta, píxeles y tiempo de antena gastados en la idiota idea, que Greene pidió que los estados rojos se separaran de los azules, alegando “diferencias irreconciliables”.
“Hablaré en nombre de la derecha”, tuiteó humildemente la semana pasada, “y diré que estamos absolutamente asqueados y hartos de que la izquierda nos atiborre y nos imponga sus métodos a nosotros y a nuestros hijos sin ningún respeto por nuestra religión/fe, valores tradicionales y creencias políticas económicas y gubernamentales”.
Greene hace que su propuesta de “acuerdo legal” para separar los estados suene tan fácil, relativamente hablando, como su divorcio real hace dos meses. No importa que los estadounidenses no estén simplemente divididos Norte-Sur, como en la Guerra Civil, sino más bien urbano-rurales y por educación, raza y generación – demografía que no permite la bifurcación a lo largo de una línea Mason-Dixon.
¿Y dónde acabaría Greene en este batiburrillo? Su propio estado natal, Georgia, cada vez más diverso, ya no es republicano. Votó al presidente Biden y tiene dos senadores demócratas, uno negro y otro judío. Sin embargo, Greene, antigua seguidora de QAnon y actual asociada de los nacionalistas blancos, conjura un Edén de derechas. Ella imagina la oración cristiana en las escuelas, leyes antitransgénero, sin regulaciones ambientales informadas por “mentiras del culto climático”, y sin juguetes sexuales en los estantes de Walmart.
Aparece en Fox News, Greene redobló su locura, completando detalles y pasando de la locura a la inconstitucionalidad. Previendo una gran migración de estadounidenses que huyen de los estados azules a su idílica Nación Roja, dijo que los recién llegados deberían renunciar a su derecho al voto durante cinco años – “para que no traigan su mala política con ellos”, como dijo un solidario Sean Hannity.
Pero discutir cualquiera de estas arrugas es tomarse a Greene demasiado en serio. Ella es provocando nosotros. Sólo quiere llamar la atención nacional – ¡Fox News! – provocar indignación, “poseer a los libs”.
En vez de eso, repudiémosla.
Cuando Greene apareció su grito de secesión el Día de los Presidentes, sólo habían pasado dos semanas desde la última vez que irrumpió en las noticias nacionales, vestida como Cruella de Vil y gritando “¡Mentiroso!” a Biden durante su discurso sobre el Estado de la Unión.
Hace casi 14 años, la Cámara reprendió formalmente a otro republicano, el diputado Joe Wilson, por gritar “¡Mientes!” al presidente Obama durante un discurso sobre sanidad; Wilson fue citado por haber cometido una “falta de decoro y degradado los procedimientos de la sesión conjunta, para descrédito de la Cámara”. Los demócratas eran mayoría entonces, pero ambos partidos se escandalizaron por el incivismo de Wilson.
Hoy, el presidente de la Cámara, Kevin McCarthy, le debe su puesto a Greene., que respondía por él ante otros partidarios de la línea dura en la Cámara, y a su vasto grupo nacional de votantes y donantes de derechas. Como dijo con toda naturalidad el otoño pasado al escritor Robert Draper, del New York Times Magazine, refiriéndose a McCarthy y a su base de seguidores: “Creo… que me va a dar mucho poder y mucha libertad de acción. Y si no lo hace, van a estar muy descontentos por ello”.
¿McCarthy disciplina a Greene? Como si lo fuera.
“Nunca dejaré a esa mujer”, le dijo McCarthy a un amigo. “Siempre cuidaré de ella”.
McCarthy se ha encargado de que Greene codicie puestos en los comités de Seguridad Nacional y Supervisión, después de que los demócratas tuvieran la temeridad de despojarla de puestos en los comités por, entre otras cosas, respaldar asesinatos de líderes del partido. Ahora está bien situada para perseguir sus objetivos de impugnar a Biden y a su secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas.
Los republicanos están acobardados o cooptados, pero tampoco esperen que los demócratas de la Cámara de Representantes busquen sanciones contra Greene. No quieren sumarse al dinero MAGA que ella recauda cada vez que juega la carta de la víctima. “Cuanta más atención le presten, más dinero ganará.consigue”, me dijo un asesor de la cúpula demócrata. “Por eso no le damos mayor importancia”.
El protagonismo injustificado de Greene refleja cómo las redes sociales y la proliferación de medios de “noticias” de derechas han transformado nuestra política, convirtiendo en estrellas a extremistas antaño oscuros. Cuando nuestras cabezas explotan ante cada imbecilidad suya, ella gana.
Durante años, los críticos de Trump imploraron a los medios que le dejaran. No podemos, diríamos correctamente: es el presidente de Estados Unidos. Pero no lo es. Y sólo es tan omnipresente como nosotros ayudemos a que lo sea.
Ahora haré lo que digo: Presta la menor atención posible a MTG. Tú también deberías.