La seguridad integral -o incluso la “securitización”- en las relaciones internas e internacionales se ha convertido en una casi obsesión en la política china desde que Xi Jinping asumió el poder en 2012 y 2013.
La seguridad, en el entendimiento del Partido Comunista Chino (PCC), es ante todo garantizar la supervivencia de su monopolio de poder leninista-maoísta y del socialismo con características chinas.
Otras dimensiones de la seguridad se construyen alrededor de este interés central, como cáscaras de cebolla.
No es casualidad que Xi Jinping presida también la Comisión Central de Seguridad Nacional (CNSC), un organismo recién creado en 2013 para centralizar el control del gigantesco aparato de seguridad chino.
Ya en abril de 2014, en una sesión de la CNSC, Xi presentó su concepto de “gran seguridad” (dà ān quán / 大安全), en el que la seguridad nacional e internacional se habían definido como inseparablemente ligadas.
Uno ya se preguntaba cuándo se daría a conocer un concepto global para las relaciones exteriores y la visión del mundo de China bajo los auspicios de la seguridad.
Esto ocurrió en el prestigioso Foro de Boao para Asia el 21 de abril de 2022, cuando Xi Jinping anunció su nueva “Iniciativa de Seguridad Global” (GSI).
Esta iniciativa debe verse como una respuesta china, no sólo a los retos cada vez más acuciantes de los conflictos geopolíticos actuales, sino también a la ya mencionada percepción de amenaza y visión del mundo del PCC.
A primera vista, la terminología de su propuesta es cualquier cosa menos revolucionaria y es bien conocida desde hace años: construir una comunidad global con un futuro compartido para la humanidad; utilizar la sabiduría de China para resolver el déficit de paz; y presentar a China como proveedora de soluciones para afrontar los retos de seguridad global.
El discurso hizo además hincapié en la seguridad universal y en la importancia de respetar y salvaguardar el modelo de seguridad y desarrollo de cada país mediante el diálogo y la cooperación.
La declaración de Xi denuncia además la llamada mentalidad de Guerra Fría, el hegemonismo y la política de poder como peligros para la paz mundial y la resolución de los desafíos de seguridad en el siglo XXI.
¿Qué papel desempeña la GSI en el contexto de las estrategias globales ya existentes de China, entre las que destaca la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI)?
¿Cómo deberían reaccionar Europa, la OTAN y el Occidente “ampliado” ante este modelo alternativo de orden internacional después de haber publicado la Brújula Estratégica de la UE en marzo de 2022 o el Concepto Estratégico de la OTAN en junio de 2022?
Al igual que en el caso de la BRI, las ambiciones y los objetivos estratégicos claramente declarados de China no son otros que deslegitimar y finalmente sustituir lo que considera el orden mundial existente, dominado por Occidente e injusto. Denuncia que el actual sistema mundial es la principal fuente de inestabilidad e inseguridad y que no refleja adecuadamente los legítimos intereses de las potencias emergentes y del mundo en desarrollo.
Por el momento, la GSI sigue siendo un concepto bastante vago.
Este enfoque político “con características chinas” es bien conocido por la BRI y es capaz de integrar los proyectos existentes, pero también está abierto a los futuros, de forma similar a la BRI. Aunque la GSI sigue siendo un concepto de anclaje bastante impreciso, puede servir a una amplia gama de intereses de la política exterior china y presenta a China como un nuevo proveedor de seguridad global.
¿Qué dirán los vecinos?
El mayor escepticismo sobre la GSI podría verse en los países vecinos del sudeste asiático.
Estas naciones se resistirán a una mayor integración en la esfera dominada por China y buscarán en su lugar una alianza de seguridad alternativa, respaldada en su mayoría por Estados Unidos y Australia.
Taiwán no se menciona explícitamente en la GSI. Pero el concepto de “seguridad indivisible” podría servir como otro argumento para deslegitimar la posición actual de EEUU y sus aliados, denunciando que incita a una mayor inseguridad y va en contra de los intereses legítimos de China.
En el sur de Asia, India es el mayor oponente estratégico de la estrategia de cerco de China y está a punto de aumentar sus ambiciones en el Indo-Pacífico a través de formatos como el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral. En el caso de Asia Central, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) es un formato establecido, pero puede integrarse como un pilar importante de la nueva GSI.
Al igual que la BRI, la GSI podría recibir algunas respuestas positivas de África y América Latina. Pero para convertirse en un verdadero cambio de juego y contribuir a la solución de los conflictos regionales, el compromiso de China tiene que crecer masivamente sobre el terreno más allá del nivel actual de compromiso.
Lo que se puede suponer es que la GSI contará con el apoyo masivo de Rusia, que utiliza un lenguaje y unos conceptos similares para legitimar supolítica expansionista.
Por el momento, China es la única potencia mundial que al menos puede pretender ofrecer un modelo alternativo de orden y seguridad mundial. Pero debemos ser conscientes de la aparición de potenciales (o pretenciosos) “proveedores de seguridad”, al menos a nivel regional; es decir, en Oriente Medio o en partes de África.
¿Qué opciones tiene Occidente para contrarrestar esta iniciativa?
Estados Unidos ha puesto en marcha iniciativas por su cuenta, como la Cumbre para la Democracia. Pero todavía están muy centrados en cubrir el ascenso de China en el Pacífico Occidental. Los Estados Unidos carecen tanto de los recursos como del apoyo interno para volver a construir un gran diseño, un nuevo orden mundial integral, como habían hecho durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
La Brújula Estratégica de la UE y el Concepto Estratégico de la OTAN tienen como objetivo reforzar ante todo sus capacidades militares y civiles.
Ni la OTAN ni la UE pretenden proporcionar una seguridad global completa, ya que las operaciones “fuera de la zona” seguirán siendo limitadas. Siguen más bien asociaciones selectivas con países afines, basadas en valores compartidos y para hacer avanzar los bienes comunes globales, como la lucha contra el cambio climático. La UE sigue queriendo reforzar las instituciones multilaterales existentes, en lugar de crear otras nuevas.
Contrarrestar la GSI china no requiere un marco tan ambicioso como la propia GSI.
La UE debería centrarse en atender las demandas específicas de seguridad y desarrollo de sus socios regionales, es decir, en el norte de África, el sudeste asiático y América Latina.
Mejorando la coordinación de los proyectos existentes. Ofrecer mejores vías para la migración legal, profundizar en las asociaciones para la transformación energética y ofrecer un acceso justo a los mercados europeos son formas en las que Europa puede contribuir eficazmente a sus preocupaciones de seguridad, sin la idea de convertirse en otra potencia hegemónica.