Esta semana se cumplen treinta años del inicio de la guerra de tres años en Bosnia-Herzegovina, que mató a más de 100.000 personas en tres años.
La peor atrocidad ocurrió en Srebrenica, en el este del país, donde durante unos días de julio de 1995 los soldados serbobosnios mataron a más de 8.000 hombres y niños bosnios.
30 años después, Bosnia-Herzegovina se encuentra hoy en una profunda crisis política, desgarrada por las élites políticas corruptas, los negadores del genocidio y los políticos pro-Kremlin.
Están dispuestos a llevar al país al borde del colapso por sus agendas separatistas e intereses personales.
Como socialistas y demócratas, llevamos mucho tiempo pidiendo que la Unión Europea sea más activa para poner fin a esta crisis, incluso mediante la presión y las sanciones contra quienes boicotean las instituciones del Estado.
La UE tiene la obligación de proteger la integridad territorial, la unidad y la paz de Bosnia-Herzegovina, y evitar que se vuelva a la violencia de los años 90.
Pero para desempeñar un papel político más fuerte en Bosnia-Herzegovina, Europa debe recuperar urgentemente su credibilidad en toda la región de los Balcanes Occidentales.
Resulta sorprendente la decepción de los habitantes de la región con respecto a la UE. La confianza en la UE está cayendo.
¿Promesas rotas?
Por ejemplo, la percepción de la UE como el mayor aliado de Macedonia del Norte cayó bruscamente del 43,2% en 2019 al 13,1% en 2021, según el Instituto para la Democracia – Societas Civilis. Una de las razones es la inacción de Europa. O peor aún: las promesas incumplidas.
Cuando Atenas y Skopje acordaron el histórico Acuerdo de Prespa hace cuatro años para resolver una disputa de 27 años que sólo tenía que ver superficialmente con el nombre de Macedonia del Norte, se abrió una emocionante oportunidad: empezar a llevar a los Balcanes Occidentales al redil de la Unión – y, al hacerlo, sembrar las semillas de la paz y la prosperidad para millones de personas.
Pero no hemos cumplido nuestra palabra. La UE todavía no ha abierto las conversaciones de adhesión ni con Macedonia del Norte ni con Albania, aunque ha dicho una y otra vez que ambos países han hecho todo lo que les hemos exigido para iniciar las negociaciones.
La guerra de Putin contra Ucrania y los valores europeos debe ser una llamada de atención para que la UE vuelva a comprometerse urgentemente con los Balcanes Occidentales.
Un nuevo retraso en el proceso de ampliación de la UE hará que la región sea más vulnerable. Varias potencias regionales y mundiales tienen un creciente interés político y financiero en frustrar las ambiciones europeas de las seis repúblicas de los Balcanes Occidentales.
Las injerencias extranjeras y las campañas de desinformación rusas ya han dejado su huella, especialmente en Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Serbia, donde se han visto manifestaciones de apoyo a la Federación Rusa tras el ataque de Putin a Ucrania.
La dependencia de Serbia de Moscú llega hasta el punto de que el gobierno se negó incluso a alinearse con las sanciones de la UE contra Rusia. Si las autoridades serbias no cambian de rumbo tras las elecciones del pasado domingo, esto debería tener consecuencias para la perspectiva del país en la UE.
Pero en cualquier caso, Europa no debe renunciar a la región. Más que nunca, necesitamos el compromiso y la acción de la UE en los Balcanes Occidentales para contrarrestar las campañas de injerencia de Rusia y China que propagan el sentimiento antieuropeo y los intentos de desestabilizar toda la región.
Instamos a los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea a que abran por fin las negociaciones de adhesión con Skopje y Tirana.
Creemos firmemente que una vez abiertas las negociaciones, la influencia de la desinformación rusa, así como de los grupos y partidos populistas respaldados por Rusia, disminuirá, y las fuerzas pro-democráticas y pro-europeas se centrarán en las reformas necesarias para la adhesión a Europa.
El proceso de ampliación, bien conducido, será un motor de cambios para la democracia, la libertad de los medios de comunicación, las libertades civiles y el Estado de Derecho, los valores que Putin ha negado a los rusos durante años y por los que los ucranianos se ven ahora obligados a luchar.
El futuro de los Balcanes Occidentales está en la Unión Europea, en el Estado de Derecho, la democracia liberal, la justicia social y el vigor innovador de una sociedad abierta.
La adhesión a la UE y, lo que es más importante, las minuciosas y ambiciosas negociaciones en su camino ofrecen la única garantía de que los ciudadanos de las seis naciones disfrutarán en algún momento, en un futuro no muy lejano, de estos beneficios. Europa no debe decepcionarlos.