Europa debe bajar el puente levadizo de la Fortaleza Europa – para todos

Hay mucho que admirar en la respuesta rápida, contundente y, esperemos, eficaz de los líderes de la UE a la guerra de Moscú contra Ucrania.

También es impresionante la cálida bienvenida que la UE ha dado a unos 500.000 ucranianos que han huido de los combates para buscar refugio en los estados vecinos.

  • ‘Es muy sencillo: si no se cuestiona, las políticas hostiles de la UE en materia de migración y refugiados seguirán socavando la tan necesaria autoridad e influencia geopolítica de la UE’

Bajar el puente levadizo de la Fortaleza Europa significa que los refugiados pueden recibir ayuda urgente, un hogar temporal y la esperanza que necesitan para sobrevivir en tiempos desesperados.

También se ajusta a los compromisos de la UE con los convenios internacionales.

La determinación geopolítica de la UE y la generosa respuesta humanitaria son encomiables y demuestran la capacidad del bloque para responder a las crisis, ya sean militares o humanitarias.

Pero corren el riesgo de ser socavados por las persistentes respuestas políticas eurocéntricas, los políticos europeos irresponsables, la información ofensiva de los medios de comunicación centrados en Occidente y los incidentes de discriminación racial en las fronteras de la UE.

Lamentablemente, ya se han producido importantes daños.

Las declaraciones racistas de los políticos europeos ya han conmocionado y herido a muchos, y han reforzado la percepción de que Europa está intrínsecamente ligada a narrativas intolerantes, eurocéntricas y orientalistas.

Petkov dice en voz alta lo que se dice en voz baja

El premio al comentario más desagradable -pero al fin y al cabo el más revelador- se lo lleva probablemente el primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, por su meticulosa distinción entre refugiados europeos “inteligentes y educados” y otros que forman parte de una oleada de personas con “pasados poco claros que podrían haber sido terroristas”.

La burda distinción de Petkov no ha sido denunciada por ninguno de sus homólogos, quizá porque sólo dice en voz alta lo que muchos han demostrado con sus actos.

Polonia y Hungría han sido tan impresionantes en su abrazo a los refugiados ucranianos como en el rechazo a los que huían de los campos de exterminio sirios y afganos.

Es su persistente postura de línea dura (con la ayuda tácita entre bastidores, como la de los eslovacos) lo que hizo tanto para socavar cualquier intento de revisar la política migratoria de la UE.

Aunque se han pedido disculpas, los medios de comunicación europeos y estadounidenses han echado sal en la herida con sus constantes reportajes sin aliento y sin ideas.

Los primeros informes sobre la discriminación de africanos y asiáticos en las fronteras de la UE han echado más leña al fuego.

Sí, la reputación de Europa ha recibido otra paliza, pero no todo tiene por qué estar perdido. La generosidad y apertura de la UE hacia los refugiados de Ucrania es comprensible y debe continuar.

La proximidad es importante, así como las buenas relaciones entre vecinos. Pero el racismo debe y tiene que ser denunciado. Por ello, los gobiernos de la UE deben reflexionar seria y urgentemente sobre las acusaciones de racismo y doble rasero.

Para empezar, los responsables políticos de la UE deben reconocer que la llamada crisis migratoria de la UE nunca ha sido una cuestión de números. El orgullo y los prejuicios son los verdaderos obstáculos que se interponen en el camino de una política migratoria de la UE bien gestionada.

El debate de la UE sobre la migración y los refugiados está enredado en el pésimo historial de Europa en materia de racismo, el aumento del sentimiento antimusulmán y las complejas relaciones poscoloniales del continente con sus vecinos del sur, especialmente africanos.

Esto hace aún más imperativo que la UE tome medidas para abordar el racismo sistémico e institucional y no se limite a tratar el problema como algo creado por los desagradables fanáticos de la extrema derecha.

Tres pasos adelante

También es necesario un esfuerzo -aunque sea cuesta arriba- para que la política migratoria de la UE sea menos eurocéntrica, menos discriminatoria y más coherente.

Los responsables políticos de la UE deberían centrarse en tres formas de avanzar.

En primer lugar, es imperativo que los países de la UE sigan manteniendo sus fronteras abiertas en los difíciles días que se avecinan. Esto debe aplicarse a los ucranianos y a otras personas del país.

Los planes para permitir que los ucranianos permanezcan durante más tiempo utilizando la llamada Directiva de Protección Temporal, una ley de la UE creada tras la guerra de Yugoslavia, pueden necesitar ser elaborados para incluir a todas las personas que huyen de Ucrania.

En segundo lugar, los refugiados -sea cual sea su origen étnico- deben disponer de instalaciones de acogida, alimentos y refugio adecuados. No debe haber discriminación.

La UE debe garantizar que su empatía con los refugiados ucranianos se comparte con otros que huyen de guerras y conflictos igualmente brutales.

Dado que el desplazamiento suele tener un impacto especialmente adverso en las mujeres y las niñas, sobre todo las que viajan solas, las mujeres refugiadas deben recibir una atención especial yatención.

En tercer lugar, la UE no debe dejar pasar este momento.

Los europeos tienen poca capacidad de atención. Cuando más de un millón de personas cruzaron a Europa en 2015, el apoyo a los refugiados que huían de las guerras en Siria, Irak y Afganistán era mucho mayor.

Pero la cálida bienvenida pronto terminó después de que las naciones de la UE discreparan sobre cómo compartir la responsabilidad. Desde entonces, los gobiernos de toda Europa han endurecido sus políticas de migración y asilo.

Por último, aunque ambas cosas puedan parecer desconectadas, la reciente cumbre UE-África debería haber demostrado a los responsables políticos de la UE que las políticas internas de la UE tienen una fuerte conexión externa.

Es muy sencillo: si no se cuestiona, las políticas hostiles de la UE en materia de migración y refugiados seguirán socavando la tan necesaria autoridad e influencia geopolítica de la UE.

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