Los grandes contaminadores no deberían participar en la planificación de la política energética de la UE

El lunes (27 de junio) se celebra el Consejo de Energía de la UE, en el que los ministros tratarán, entre otras cosas, de llegar a un acuerdo sobre dos propuestas relacionadas con la energía: la directiva sobre energía y la directiva sobre energías renovables.

Sin embargo, veamos los grupos de presión de fondo.

Los grupos de presión de las empresas energéticas constituyeron la delegación más numerosa en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático celebrada el pasado noviembre en Glasgow, con más participantes que ningún otro país.

Mientras tanto, según el último informe del IPCC, estamos cerca de alcanzar un punto de inflexión irreversible, poniendo a miles de millones de personas en riesgo letal.

A pesar de la gravedad de estas dos asombrosas realidades, el Parlamento Europeo no solo sigue siendo incapaz de presentar un paquete climático (Fit for 55) que esté en consonancia con las ambiciones del Acuerdo de París, sino que, de hecho, ha permitido que la industria de los combustibles fósiles secuestre la política medioambiental de la UE.

Ursula von der Leyen, Frans Timmermans y Kadri Simson pueden ser los rostros del Green Deal de la UE, pero las grandes empresas están al mando de su política energética.

Esto no es una insinuación, es un hecho.

Una investigación reciente revela que la Comisión Europea se ha reunido con los grandes contaminadores casi todos los días laborables desde que asumió el cargo en 2019. Pero hay más: Corporate Europe Observatory obtuvo documentos que revelan que los jefes de seis grandes empresas energéticas se reunieron con la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula von der Leyen, y con el comisario Kadri Simson para establecer un Grupo de Trabajo de la industria y determinar qué medidas eran “factibles” para abordar la crisis energética de Europa.

Esto es como pedir consejo a Marlboro para luchar contra la adicción al tabaco; no tiene sentido.

El cambio climático no se sentará a negociar con nuestras élites; no podremos explicar que “la industria necesita un respiro”, como le gusta decir al eurodiputado del Partido Popular Europeo Christian Ehler cuando se trata de explicar lo que algunos grupos políticos se atreven a definir como “pragmatismo climático”.

El cambio climático seguirá acelerándose, ajeno a las maquinaciones y a la miopía de los políticos burbuja de la UE, cuyas manidas tácticas no pueden afrontar seriamente el reto de nuestro tiempo.

Mientras el Parlamento Europeo, a la sombra de un nombre tan complejo e incomprensible como la “taxonomía”, debate si el gas y la energía nuclear pueden considerarse inversiones “verdes y sostenibles”, las temperaturas alcanzan los 49 grados en el sur de Europa. Los incendios forestales, que ya se han convertido en una lúgubre rutina estival, ya están arrasando los bosques.

La UE ya ha perdido demasiado tiempo tratando de encontrar soluciones que “no perturben el mercado único”. En este contexto, ¿cómo puede ser nuestro objetivo “salvar el mercado”? La Unión Europea tiene la oportunidad de salir del gas ruso para 2025 sin sustituirlo por ningún otro combustible fósil, pero elige el camino contrario: crear aún más dependencia del gas.

Para romper la adicción de Europa al gas de Putin, la Comisión y sus Estados miembros están negociando con autoritarios del tipo de Abdel Fattah Al-Sisi en Egipto y Naftali Bennet en Israel.

¿Realmente la UE ha caído tan bajo en cuanto al respeto básico de los derechos humanos? ¿En interés de quién se llevan a cabo estas políticas? Desde luego, no en interés de los habitantes de Europa, que, en el mejor de los casos, están condenados a pagar facturas estratosféricas para refrigerar sus hogares durante uno de los veranos más calurosos registrados hasta ahora.

¿Cómo es posible ignorar que décadas de privatización y total desprecio por los derechos humanos fundamentales nos han llevado al borde de la catástrofe?

Sin embargo, la narrativa imperante está empezando a resquebrajarse gracias a los incansables esfuerzos de activistas, familias y trabajadores, y estamos viendo los primeros resultados. Hace dos semanas, dos comisiones parlamentarias europeas rechazaron el lavado de cara verde de la Comisión sobre la llamada taxonomía; ahora, el pleno del Parlamento debe confirmar esta votación en la sesión de julio.

“Ajustes y chanchullos

Otro momento clave se produjo recientemente en Estrasburgo, cuando la presidenta von der Leyen reconoció que el mercado energético “no está funcionando” y que la Comisión ha asumido ahora la tarea de reformarlo. Con su campaña Poder para el Pueblo, La Izquierda ha venido exigiendo sistemáticamente una transformación radical del modelo energético de la UE. Estamos de acuerdo con von der Leyen: no es un deber que deba tomarse a la ligera.

Los retoques y los chanchullos con el sistema actual no servirán. El objetivo no puede ser salvaguardar el poder y los márgenes de beneficio obscenos de las grandes empresas energéticas. Hay que empezar por proteger a las personas vulnerables, y por eso pedimos a los ministros europeos de Energía reunidos el lunes que acuerden por fin un tope de precios que se financie con los escandalosos beneficios extraordinarioshechas por las grandes empresas de energía.

Europa necesita rediseñar completamente el sector abandonando su dependencia de los combustibles fósiles, invirtiendo en renovables y poniendo su modelo energético bajo control público. Como primer consejo operativo dejar de asesorarse de las empresas contaminantes y abramos nuestras salas de reuniones y nuestros oídos a los cientos de miles de comunidades, investigadores y activistas que llevan décadas proponiendo soluciones sostenibles para nosotros y nuestro planeta.

Nuestras ciudades albergan miles de corazones y mentes dispuestos a asumir los retos de nuestro tiempo. Es fácil que seamos audaces: todo lo que tenemos que hacer es escuchar y actuar.

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