Toda persona tiene derechos inherentes, inalienables e indivisibles. Esta premisa es el logro fundamental de la humanidad. Sin embargo, en los últimos años hemos sido testigos de un aumento de las violaciones de los derechos humanos y los valores democráticos en todo el mundo.
Ejecuciones, torturas, detenciones y encarcelamientos arbitrarios, represión de la sociedad civil y de los opositores políticos, violencia excesiva por parte de las autoridades públicas, censura y amenazas a los medios de comunicación independientes y desinformación, por citar algunos de los ejemplos más evidentes.
Con una serie de crisis, desde el colapso financiero y la pandemia de Covid-19 hasta la guerra de Rusia contra Ucrania, hemos visto un aumento de las fuerzas antiliberales y autoritarias que socavan la base de nuestra civilización moderna: los derechos humanos universales.
Los regímenes antidemocráticos recurren a una narrativa de relativismo afirmando que los derechos humanos son “un arma de hegemonía cultural”.
Crean una discordia ideológica y política sobre la universalidad de los derechos humanos. Se esconden detrás de una lógica pervertida del “velo de la ignorancia”, defendiendo un concepto de democracia basado no en valores, sino en una ideología superficial según la cual los derechos humanos universales son un producto del eurocentrismo hegemónico o del neocolonialismo occidental.
No hay que esforzarse mucho para encontrar un ejemplo de este tipo de narrativa.
La pandemia de Covid-19 resultó ser una coartada perfecta para que estos regímenes impusieran sus agendas autocráticas. Difundiendo desinformación y haciendo caso omiso del orden internacional basado en normas, se dirigieron a personas decepcionadas y desilusionadas por las democracias autocomplacientes.
Esta peligrosa tendencia exige inequívocamente una verdadera alianza mundial para defender los derechos humanos universales.
Requiere una auténtica Liga de los Derechos Humanos.
Los países y las organizaciones internacionales de todo el mundo nunca han unido sus fuerzas en una verdadera alianza de derechos humanos.
En 1993 se creó la Alianza Mundial de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos, compuesta principalmente por instituciones nacionales de derechos humanos que interactúan con las Naciones Unidas.
La Alianza de Civilizaciones, creada en 2007, se centró en la acción internacional contra el extremismo.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue el anfitrión de la Cumbre para la Democracia en diciembre del año pasado.
Todas estas iniciativas son muy valiosas, pero ninguna de ellas es una auténtica alianza mundial de derechos humanos, que el mundo necesita desesperadamente.
Las democracias liberales y maduras y las organizaciones internacionales, unidas en la Liga de los Derechos Humanos, tienen que despertar de la complacencia, mantenerse firmes contra los regímenes antiliberales y autocráticos y reafirmar nuestro compromiso compartido con los derechos humanos universales como modelo global de sociedad.
Tenemos que ir más allá de los diálogos estratégicos estériles. Tenemos que pasar de las resoluciones y declaraciones a una acción más asertiva y decisiva.
La primera oportunidad para debatir todo esto, y para dar el pistoletazo de salida a la Liga, será el acto organizado este jueves (13 de octubre) en el Parlamento Europeo. Los aliados de los derechos humanos se reunirán para intercambiar opiniones sobre cómo hacer realidad esta idea.
En este empeño, el Parlamento tiene un papel crucial que desempeñar, ya que es la institución de la UE que más se pronuncia y se dedica a la defensa de los valores democráticos, una verdadera fuerza moral, así como un faro para los activistas de derechos humanos de todo el mundo.
Con la noble y ambiciosa idea de la Liga de los Derechos Humanos en mente, también es crucial analizar la caja de herramientas de derechos humanos de nuestra Unión, incluyendo las herramientas políticas y estratégicas, los instrumentos legales y de aplicación, así como los medios diplomáticos.
Es necesario seguir desarrollando una visión y una acción europea de los derechos humanos global, unida y coherente.
Una profunda reflexión al respecto nos permitirá utilizar mejor nuestros instrumentos para promover y proteger los derechos humanos como elemento integral de la política exterior de la UE. Nunca habrá una UE más fuerte en el mundo sin una potente política de derechos humanos.