El funeral de Estado de la Reina Isabel II en la Abadía de Westminster hace unos 10 días fue una ceremonia que marcó el final de un período de luto durante el cual millones de personas en todo el mundo rindieron homenaje a la difunta monarca, la más longeva de la historia de Gran Bretaña.
Entre los dignatarios extranjeros participantes se encontraban los jefes de Estado de los 27 Estados miembros de la UE, entre ellos el presidente francés Emmanuel Macron y el alemán Frank-Walter Steinmeier. Además, la UE como organización estuvo representada por Charles Michel y Ursula von der Leyen, presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, respectivamente.
Los líderes europeos también rindieron homenaje personal a la difunta Reina. Tanto Michel como von der Leyen la describieron como un ancla de estabilidad en un mundo que cambia rápidamente.
El jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, también le agradeció, en nombre de la Unión, su “contribución única” a la construcción de la paz y la reconciliación en el mundo. Muchos europeos de a pie también llevaron flores y firmaron libros de condolencias en las embajadas británicas de toda la Unión.
Fue una impresionante demostración de solidaridad de la UE hacia un país que abandonó la Unión en 2020, y con el que las relaciones de la UE nunca se han recuperado.
De hecho, las relaciones entre la UE y el Reino Unido se han deteriorado drásticamente debido al referéndum sobre el Brexit de 2016, al enconado proceso de retirada de la UE del Reino Unido, a los frecuentes desacuerdos entre Londres y Bruselas sobre el protocolo de Irlanda del Norte y a la continua retórica poco amistosa procedente del 10 de Downing Street.
Sin embargo, las reacciones de los líderes y ciudadanos de la UE a la muerte de la Reina demuestran que los europeos del continente siguen sintiéndose profundamente unidos al Reino Unido, independientemente del Brexit y de las consiguientes fricciones políticas que ha provocado.
Aprovechar la buena voluntad
El Gobierno británico podría capitalizar la buena voluntad que el fallecimiento de la Reina ha generado hacia el Reino Unido en el extranjero.
Como señaló Lord Rickett, antiguo secretario permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores, “existe la posibilidad de reparar las dañadas relaciones internacionales del país, especialmente en Europa”.
Tras el funeral de la Reina, el sentimiento en Bruselas y otras capitales de la UE será más favorable a una distensión de lo que lo ha sido en cualquier momento desde 2016.
Aunque esto debería ser una buena noticia para la nueva primera ministra Liz Truss, su futura estrategia hacia Europa sigue sin estar clara.
Aunque Truss hizo campaña para mantener al Reino Unido en la UE en 2016, posteriormente cambió su posición y su victoria en la carrera por el liderazgo tory causó malestar en Bruselas debido a su reciente enfoque de línea dura hacia la UE.
Anteriormente había sugerido que, como primera ministra, estaría dispuesta a desechar partes del protocolo de Irlanda del Norte -a pesar de su posición como compromiso legal concluido como parte del acuerdo de retirada del Reino Unido de la UE-.
También ha dicho que el jurado aún no sabe si el presidente francés Macron es “amigo o enemigo” de Gran Bretaña, lo que contrasta notablemente con la opinión de Francia (y de Marcon) respuesta digna al fallecimiento de la Reina.
Parece que el gobierno del Reino Unido ya ha empezado a aprovechar el cambio de sentimiento en Europa, aunque con cautela.
¿Rama de olivo?
Al margen de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Truss y Macron mantuvieron una reunión bilateral para hablar de seguridad energética y de la guerra en Ucrania. Antes de la reunión, Truss utilizó un tono más conciliador que antes, subrayando que quería trabajar “constructivamente” con el líder francés.
Sin embargo, se sigue temiendo que la nueva primera ministra siga dando prioridad a las preocupaciones internas del Partido Conservador sobre las nacionales.
El Reino Unido también debería extender una rama de olivo política simbólica a Bruselas para mantener el sentimiento positivo en el continente. Dado que el gobierno de Truss llevará a cabo una nueva revisión de la política exterior y de defensa del Reino Unido, Londres podría anunciar que le gustaría participar en ciertos aspectos de la cooperación en materia de defensa de la UE como tercer país, como ya hacen Estados Unidos, Canadá y Noruega.
Más allá de ser criticado por ciertos Brexiteers de línea dura, esta acción costaría muy poco para el Reino Unido.
Sin embargo, la recompensa potencial podría ser significativa. La cooperación en materia de defensa de la UE es un ámbito intergubernamental en el que las instituciones supranacionales de la Unión desempeñan un papel muy limitado. Por tanto, el Reino Unido no tendría que “recibir órdenes” de Bruselas ni incorporar las normas de la UE a su legislación nacional.
Entra el rey Carlos
Y aquí es donde entra la monarquía británica.
Notablemente, el Rey CarlosIII se encuentra ahora en una posición única para ayudar a restablecer el papel de Gran Bretaña en Europa. Francia ya ha sido elegida como lugar de la primera visita oficial del nuevo Rey al extranjero.
Aunque no hay que exagerar las posibles repercusiones de la “diplomacia real”, pueden enviar un claro mensaje sobre las prioridades más amplias del Estado. También, en el contexto de las relaciones británico-francesas, tienen una importancia histórica real.
Fue el rey Eduardo VII cuya diplomacia a principios del siglo XX contribuyó a facilitar la firma de la “entente cordiale” entre el Reino Unido y Francia en 1904. Ese acuerdo sentó las bases de las victorias de la Europa democrática en 1918 y 1945. Entonces, como ahora, el nuevo monarca británico llega al trono a la sombra de su longeva madre (la reina Victoria ocupó el cargo de 1837 a 1901).
Francia debería ser el punto de partida. Gran Bretaña, Francia y la UE siguen compartiendo muchos retos comunes, como la protección de la democracia en Ucrania y la lucha contra el cambio climático.
La historia muestra el camino a seguir.