Incluso en medio de la guerra, es vital pensar más allá del mañana. Los ambiciosos y visionarios organizadores de la Conferencia de Bretton Woods lo hicieron hace casi 80 años.
Es hora de seguir sus pasos.
A medida que la agresión de Rusia contra Ucrania hace estragos y los signos apuntan a una dolorosa prolongación de la guerra, el mundo está cambiando -ya ha cambiado- de innumerables e irrevocables maneras.
Las ondas de choque del conflicto han destruido las esperanzas de una rápida recuperación económica mundial después de la guerra. Las acogedoras suposiciones sobre la santidad del “orden basado en las normas” multilaterales han quedado en entredicho.
La guerra está causando estragos en las economías de las naciones ya frágiles y afectadas por la pandemia, que ahora se enfrentan a una combinación mortal de sequía, altas temperaturas, aumento de los precios del petróleo e interrupción de las exportaciones de productos básicos y fertilizantes.
La hambruna y la inseguridad alimentaria acechan a muchos estados.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, es una de las personas que ha advertido que el aumento de los precios de los alimentos y la energía desencadenará disturbios sociales. Pakistán y Sri Lanka son la prueba de que esto ya está ocurriendo.
Pensar en el futuro es ciertamente difícil ante los desafíos urgentes. Pero no hay que ignorar las devastadoras consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, especialmente para los más vulnerables del mundo.
También es importante hacer una evaluación clara de la gran reordenación geopolítica que se está produciendo actualmente.
Los intentos de la UE de realizar una previsión lúcida se ven complicados por los objetivos bélicos aparentemente cambiantes de Estados Unidos y la difícil búsqueda de imponer nuevas sanciones a Rusia al tiempo que se intentan aplicar las antiguas.
Sin embargo, ha llegado el momento de dejar de buscar titulares, de atenuar las referencias caprichosas a las proezas míticas de la “Europa geopolítica” y de analizar con cabeza fría la realidad de un mundo profundamente transformado y su impacto en Europa.
La solidaridad desigual de la UE durante la crisis de Covid no debe repetirse cuando se trata de una acción urgente para reforzar la seguridad alimentaria.
Esto significa tomar decisiones impactantes en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre “el nexo entre los conflictos y la seguridad alimentaria” el 19 de mayo.
También significa que la próxima reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio debe garantizar que las medidas nacionales para restringir el comercio de productos básicos no afecten a la capacidad del Programa Mundial de Alimentos para adquirir alimentos vitales.
Comprender las mutaciones geopolíticas en curso llevará más tiempo, pero también hay que hacerlo.
La administración estadounidense puede ver el mundo como una competición entre democracias y autocracias.
Sin embargo, los responsables políticos de la UE deben decidir si un escenario de “un mundo, dos sistemas” -en el que las naciones “buenas” se enfrentan a las “malas”- redunda en un interés global más amplio.
La lucha contra el cambio climático, la eliminación de la pobreza y la lucha contra las pandemias requiere la colaboración de todas las naciones, no sólo de las “afines”.
La guerra de Ucrania ha acelerado la aparición de un mundo verdaderamente multipolar en el que los países tienen los conocimientos técnicos, la agencia y la confianza en sí mismos para rechazar una elección binaria entre dos campos opuestos.
¿Halagos o amenazas?
La mayoría de los países operan hoy en día en modo “mix and match”, donde pueden seleccionar y elegir entre los mejores acuerdos disponibles que se alinean con sus intereses clave.
Esta lección debe aprenderse rápidamente. Hasta ahora, los responsables políticos de la UE se han dedicado a halagar o a amenazar de forma poco disimulada a las naciones no occidentales que se niegan a alinearse con las políticas de Occidente sobre Rusia y Ucrania.
También hay un sinfín de declaraciones autocomplacientes sobre la unidad y el liderazgo de Occidente que, aunque son necesarias para hacer frente a la desinformación relacionada con la guerra, están empezando a sonar tediosamente repetitivas.
En su lugar, la UE debe evaluar las formas en que la transformación global repercute en su política exterior y de seguridad, así como en ámbitos como el comercio, el desarrollo, la migración y la transición ecológica.
Lo que está en juego es la posición e influencia global de la UE, sus esperanzas de revitalizar unas relaciones profundamente perturbadas con África, seguir siendo relevante en Oriente Medio y América Latina y las ambiciones de convertirse en un auténtico actor en el Indo-Pacífico.
Dadas sus credenciales multilaterales, su capacidad para hacer malabares y llegar a acuerdos y sus bien afinadas habilidades de negociación, la UE está bien situada para operar en el emergente panorama multipolar.
Sin embargo, para ello será necesario dejar de utilizar un prisma exclusivamente eurocéntrico, desechandoEl doble rasero -especialmente cuando se trata de los refugiados y los inmigrantes- y el abandono de la excesiva dependencia de la alianza transatlántica como principal punto de referencia.
Como han demostrado las reacciones a la guerra de Ucrania, un mundo multipolar no es un lugar fácil de navegar.
Se trata de una compleja mezcla de sistemas políticos e ideologías, de diferentes valores e intereses, que se complica aún más por la existencia de importantes redes empresariales y un conjunto de poderosas organizaciones de la sociedad civil.
La propia UE no es realmente tan diferente.
Por eso, aunque Estados Unidos y China crean que pueden liderar una configuración tan desconcertante, es la UE -si juega bien sus cartas- la que probablemente esté mejor situada para operar en un nuevo mundo multipolar.
Por eso, incluso mientras se dedican a la guerra de Ucrania, los responsables políticos de la UE deben encontrar el tiempo, la energía y la previsión para iniciar una conversación global inclusiva sobre los contornos, las reglas y las prioridades del mundo del mañana.